La torsión de estómago o dilatación gástrica, como su propio nombre indica, supone un movimiento antinatural de este órgano, una afección muy grave, tanto, que la tasa de supervivencia, si se produce, es de aproximadamente un 50%.

Comencemos por el principio. El vólvulo gástrico, como también se le denomina, puede afectar a cualquier perro y a cualquier edad, pero se ha concretado que los perros de mediana edad y ancianos y de razas de talla mediana a grande, con el pecho ancho, son los más propensos.

Esta afección se comporta arbitrariamente, es decir, aparece de repente y en perros con buena salud, no han de estar enfermos o padecer alguna patología temporal. Los estudios arrojan posibles resultados sobre el origen: una ingesta grande de alimento, un ejercicio intenso antes o después de comer o una ingesta de agua grande justo después de la comida. Además de señalar que la mayor parte del gas que se asocia a la aparición de la torsión tiene su origen en el aire acumulado en el estómago. Por otro lado, niegan que una alta cantidad de soja o proteína en la dieta sea tendente a producir la torsión/dilatación.

Aunque la denominación de la afección es torsión/dilatación, ésta última puede darse sin el vólvulo (la torsión) o con él, que es cuando reviste más gravedad.

Proceso del vólvulo gástrico. Cuando el estómago se llena de líquido o gas generado por las posibles causas que comentábamos antes, se produce la dilatación del mismo. Si confluyen además las pautas idóneas (ejercicio brusco después de comer, comer con demasiada rapidez, beber mucha agua antes o después de comer…), puede producirse la torsión o el vólvulo, es decir, la rotación del estómago sobre su eje longitudinal (de izquierda a derecha), aproximadamente 180º o menos (los casos más graves llegan a los 360º). En este movimiento, el bazo (que se encuentra adherido a la pared del estómago) es arrastrado al mismo tiempo y con el mismo giro.

Al producirse la torsión, la parte más cercana al esófago (el píloro), queda retorcida impidiendo al perro expulsar el aire o el líquido, incluso evitando que eructe o vomite. Esto provoca que comience una cadena de sintomatología muy grave. Ante cualquier síntoma de los que hablaremos a continuación es vital acudir con el animal a un veterinario.

Síntomas y tratamiento. Aunque en ocasiones ocurre que los síntomas no son apreciables, esta afección canina cuenta con un cuadro diagnosticable claro: nauseas, inquietud, salivación intentos de vomitar, abdomen distendido (el perro puede gemir al palparlo). Los signos más evidentes provocados por el estado avanzado de este proceso son la palidez de las encías y la lengua, ritmo cardíaco acelerado, pulso débil, fatiga, respiración agitada, entre otros.

Si el perro llega a eructar o vomitar no significa que no se haya producido la torsión. Hay que acudir al veterinario ante cualquiera de los síntomas, con carácter de urgencia.

Una vez en la consulta veterinaria, el diagnóstico se realizará a través de una ecografía, que será la que proporcione una imagen clara de la existencia bien de una dilatación únicamente o bien, de un vólvulo gástrico. La dilatación se trata introduciendo una sonda hasta el estómago con la que se extraerá el líquido y el gas, realizando posteriormente una limpieza de estómago y rehidratando al animal a través de suero intravenoso.

En cuanto al tratamiento del vólvulo es más complicado. El médico veterinario como primer paso, tratará de estabilizar al animal con suero intravenoso para rehidratarlo, corticoesteroides e, incluso, antibióticos, medicamentos para las arritmias que suelen producirse y monitorización del corazón. Cuando el perro esté estable para soportar una anestesia, se procede a operarlo para lograr colocar los órganos en su lugar o la extirpación del bazo y alguna parte del estómago si han sufrido daños irreversibles. Suele realizarse un procedimiento quirúrgico preventivo que consiste en suturar la pared gástrica a la abdominal (se denomina gastropexia).

Prevención. Es aconsejable que con perros de talla media grande y/o gigante, se usen comederos de altura regulable que faciliten el paso del bolo alimenticio sin esfuerzo ni exceso de aire acompañándolo. Igualmente, mejoran la postura al comer porque ayudan a que la cabeza esté en línea con el tronco o incluso un poco por encima.

Otra premisa importante que practicar es proporcionar al perro la cantidad de tomas correctas, con la medida de alimento óptimo para que el animal quede satisfecho, consiguiendo así que no llegue ansioso a la siguiente toma, mastique y trague pausadamente. Siempre recomendamos un pienso de gama media-alta o alta porque la calidad del mismo es sinónimo de bienestar interno y externo y de una nutrición adecuada, que cubra completamente las necesidades proteicas y vitamínicas que requiere el organismo de los animales de compañía.