El miedo a la oscuridad suele aparecer en torno a los 3 años, que es cuando los niños son ya capaces de imaginar pero no pueden distinguir entre la fantasía y la realidad. Creen que aquello que imaginan puede existir en la vida real. Tener miedo a la oscuridad es común en los niños pequeños.

Según explica a Infosalus la psicóloga Mireia Orgilés, autora del psicoLibro de 'El niño con miedo a la oscuridad' (Colección Psicocuentos, Pirámide 2015), aproximadamente un 30% de los niños tienen miedo a dormir solos y necesitan la compañía de sus padres. El miedo a la oscuridad suele desaparecer conforme el niño crece, la mayoría de los niños de 9 años duermen solos sin manifestar problemas en la oscuridad.

"Sin embargo, en algunos niños el miedo es muy intenso y casi a diario necesitan dormir con sus padres para sentirse seguros y tranquilos. En esos casos, sería aconsejable una intervención para ayudar al niño a que logre descansar bien", estima la autora de este título que combina un libro de pautas de acción avaladas por la investigación sobre cómo pueden los padres manejar la situación y un cuento que ayuda al niño a transitar por sus miedos de forma más lúdica y encontrar posibles soluciones.

Un miedo natural y favorecido por la sobreprotección

Los seres humanos no tenemos visión nocturna y por eso en la oscuridad nos sentimos desorientados y más vulnerables. Además, estamos preparados para aprender respuestas de miedo ante situaciones que han amenazado en la antigüedad a la supervivencia de nuestra especie.

"Una de esas situaciones amenazantes era la oscuridad, ya nuestros antepasados se sentían indefensos ante algunos depredadores que sí que tenían visión nocturna. En la antigüedad tener miedo a la oscuridad era en cierto modo útil. Esa predisposición genética hace que el miedo a la oscuridad sea frecuente, pero además hay otras variables que contribuyen a que los niños sean temerosos. Una de las variables más importantes es tener experiencias negativas en la oscuridad", señala la psicóloga.

Por ejemplo, si de repente la luz de casa se apaga estando solo el niño en una habitación, puede asociar la oscuridad con el malestar que ha experimentado y a partir de ese momento puede evitar estar solo con la luz apagada. Recibir un susto en un lugar oscuro le vuelve también más temeroso.

Por otro lado, es habitual que los niños lean cuentos o vean historias en las que ocurren situaciones negativas en la oscuridad, por ejemplo, en los cuentos las brujas, los fantasmas y todo tipo de criaturas inquietantes salen de noche.

Otras malas experiencias del niño en la oscuridad también pueden desencadenar este miedo como el niño comience a tener miedo después de una pesadilla. "En ese momento, si el niño tiene cierta predisposición a ser miedoso, asocia la oscuridad con el malestar que ha sentido por la pesadilla, y asocia además la luz con la llegada de la mamá o del papá que suelen tranquilizarle encendiendo de inmediato la luz después de ese episodio de temor", aclara la autora.

Niños más mayores han comenzado a tener miedo después de pasar una noche fuera de casa, por ejemplo en un campamento o en casa de amigos, al tener dificultades para dormirse en esa situación nueva para ellos.

"Hay niños que son más vulnerables que otros a tener miedo a la oscuridad. En esa predisposición a ser o no miedoso influyen determinados factores. Entre ellos destaca la sobreprotección paterna, que aumenta la vulnerabilidad del niño a desarrollar conductas miedosas. Cuanto más dependiente de sus padres es un niño menos recursos tiene para afrontar situaciones que le dan miedo y más probabilidad tiene de reaccionar con temor", apunta Orgilés.

5 pautas que ayudan a manejar la situación

Mireia Orgilés, autora también del título 'Tratando... Fobia a la oscuridad en la infancia y adolescencia' (Pirámide, 2014), apunta a Infosalus las 5 pautas básicas que los padres pueden poner en práctica para ayudar a sus hijos a superar este miedo:

1- Controlar que las condiciones de la habitación del niño para dormir son adecuadas: el niño debe seguir la misma rutina cada noche para ir a dormir, la habitación tiene que tener una temperatura adecuada, el niño se debe acostar a una hora razonable para dormir las horas que necesita, etc.

2- Supervisar las lecturas y películas que el niño lee o ve: se deben evitar historias en las que aparezcan personajes que atemoricen al niño. Siempre que sea posible, que las historias incluyan personajes valientes o que poco a poco van venciendo sus miedos.

3- Evitar demostrar los propios miedos delante del niño: los padres son un modelo para sus hijos. Si cuando se va la luz en casa, los padres reaccionan con temor, están transmitiendo al niño la idea de que debe preocuparse en la oscuridad porque algo malo le puede pasar.

4- Tranquilizar al niño siempre con la luz apagada cuando llame por la noche: de esa forma evitamos que asocie la oscuridad con el malestar y la luz con la tranquilidad y seguridad que le transmiten los padres.

5- Para superar el miedo a la oscuridad el niño tiene que comprobar que nada malo le puede suceder en ella: la mejor forma de hacerlo es plantándole cara a la oscuridad. Con niños pequeños podemos jugar en la oscuridad para que asocien la oscuridad a la diversión y tranquilidad y no al malestar.

"Por ejemplo, con la luz apagada, podemos pedirles que busquen un objeto escondido en su habitación, que adivinen qué animal hace el sonido que nosotros estamos emitiendo o jugar con él a hacer sombras en la pared con la ayuda de una linterna. Cuando el niño se sienta más seguro en la oscuridad, comenzaremos a reducir la luz de su habitación durante la noche poco a poco hasta que logre dormir sin luz", indica Orgilés.

Errores más habituales y pronóstico

Un error habitual es tranquilizarle por la noche con la luz encendida. Debemos hacerlo con la luz apagada. Otro error es razonar con el niño sobre su miedo. En general, hablar con el niño continuamente sobre su miedo no sirve de nada y además de esa forma estamos reforzando su comportamiento miedoso. Tampoco debemos preocuparnos en su presencia y manifestar nuestros propios miedos delante de él, ya que es probable que el niño imite nuestro comportamiento miedoso.

"El tratamiento de la fobia a la oscuridad es sencillo y eficaz. El protocolo terapéutico que nosotros aplicamos está dirigido a los padres y al niño. Finalizado el tratamiento, el niño tiene estrategias para hacer frente a todo lo que teme en la oscuridad. En pocas semanas de tratamiento se sienten capaces de dormir solos, sin ayudas y sin malestar", concluye la psicóloga.