El pañuelo
Como en la época de los fenicios
Pedro Toledano
Los tambores de los despachos comienzan a enviar los primeros mensajes de las contrataciones que se avecinan. Por la interpretación que hacemos del tam tam aventuramos partos difíciles, dado el encaje sutil de los variados intereses que se mezclan. O quizás el ruido que ahora se antoja de gradación imposible acabe como siempre en sonido monocorde y después de los habituales tiras y aflojas, estén en las plazas quienes deben estar. Eso es lo deseable.
Lo que ocurre es que a pesar de llevar ya cabalgando un puñado de años en el nuevo siglo, todo sigue más o menos como en la época en la que los fenicios trasegaban mercaderías al trueque en los aledaños de la ribera del Mare Nostrum. Será que una parte de la tribu ignora el paso del tiempo y ha quedado varada simplonamente en el ruedo ibérico.
Si es así tardaremos más tiempo en conocer la solución final, en conocer lo que finalmente llegará al abonado, que es quien de verdad tiene todo el derecho del mundo a conocer qué se va a hacer con el dinero que se deja en la taquilla. De momento sabemos que la empresa Serolo contempla dos posibilidades para cerrar su feria. Arrancar el abono de Fallas el día 7 de marzo y concluirlo el día de San José, o arrancar el día doce y cerrarlo el domingo día 22.
Opciones. La primera opción es la clásica, aquella en la que nada cambia para que todo siga igual. La segunda tiene otros alicientes pero choca de lleno con los intereses de La Magdalena de Castelló, que tiene a partir del día 19 sus fechas claves, las que la empresa tiene reservadas para los grandes carteles. Aquí cabría preguntarse si solapándose las fechas se perjudican las dos, o si por el contrario cada plaza tiene su público. En tiempos de dolorosa escasez es difícil acertar. Aunque como dijo don Alberto Einstein: "No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo". Por otro lado, las dos empresas han seguido la costumbre que es ley no escrita: hablar primero con el torero que más interesa: José Tomás.
El empresario de Castellón, Enrique Patón, ya ha dicho que tiene atado al torero de Galapagar. No ha dicho la fecha en la que piensa colocarlo, pero todo apunta a que será el próximo día 22 de marzo. Fecha en la que hasta ahora era tradicional que se lidiara la corrida de Victorino Martín. Pero sabido es que el inquieto y poco convencional empresario catalán gusta de introducir cambios para que aunque todo parezca igual no lo sea. No sabemos si la divisa de Victorino tendría en este caso el honor de abrir el abono. Se verá.
Cambios. Y este cambio de estrategia en la colocación de J.T. por parte de Patón podría haber llevado a la empresa de Valencia a considerar la posibilidad de cambiar la suya y anunciar a José Tomás entre los días 19 y 22. ¿El 21 quizás? Si así fuera el empresario de Castellón habilitaría un presupuesto extra para ponerle velas a La Magdalena para que estuviera muy pendiente de la suerte del torero madrileño mientras actuaba en el coso del capi casal. De momento todo es posible. Luego pueden llegar más cambios. Incluso un cartel inédito con mucha carga emocional y contraste generacional para aficionados de gustos variados. Falta poco para conocerlo. Sin embargo, a todo lo comentado le falta una cosa: Encontrarle explicación a lo que ya comentamos la semana pasada. Al pucherazo de bajo perfil protagonizado por los diputados de todos los partidos políticos con representación en el ente provincial al rebajarle el peaje de la televisión al inquilino de la plaza de toros de la calle de Játiva sin que se sepa muy bien qué les ha movido a tal apaño.
Estrategias. De momento todos los indicios invitan al recelo y a la desconfianza. Si se ha hecho para gloria, disfrute y promoción de la imagen de los políticos, extremadamente frívolo en tiempos de apreturas económicas. Si forma parte de la estrategia de cerrar las puertas a los toreros que consideran que en los derechos de su imagen sólo mandan ellos, los aficionados pagarán un alto peaje. Se quedaran sin ver todo lo que de novedoso se está gestando.
Si el apañico ha sido para echarle un pulso a la empresa suena a desproporcionado. Se sabe que los políticos, aunque sean de bajo perfil, siempre se salen con la suya. Aunque sea con el dinero de los contribuyentes. La Diputación de Valencia ya tiene un precedente que nos costó un millón de euros. Aunque a ellos la crisis les duela menos que al común de los mortales y no les afeemos su conducta económica con la frecuencia que sería menester, pidámosles al menos que utilicen la cordura y premien a los aficionados. Han oído bien, ¿no? Pues utilicen de entre sus neuronas aquellas que sirven para pensar en los demás antes que en ustedes mismos.
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