Festival de Teatro

¿Márketing o teatro?

Paco Inestrosa

El XXVI Festival de Teatro de Málaga incluye por primera vez en la programación un espectáculo infantil en su afán por abrir la cita escénica a todos los públicos. Se trata de ´El show de Caillou. Ven a su fiesta sorpresa´, espectáculo elaborado por Jet Management basado en los dibujos animados canadienses del personaje de Caillou, un niño de cuatro años que vive con sus padres.

La historia, como la serie televisiva, está destinada a un público de entre cuatro a seis años del que se considera que sólo es capaz de entender conceptos básicos. Así este espectáculo, que reproduce fielmente lo que podía ser un episodio cualquiera de la serie, incluye una sencilla historia en la que el protagonista, para celebrar el cumpleaños de su madre, decide montar una banda de música con la inestimable ayuda de sus amigos.

´Valores´ es la palabra que más se puede leer en cualquier dossier de un espectáculo infantil -como si un niño no pudiese sencillamente divertirse viendo teatro, y a toda costa tuviese que ser aleccionado para su vida futura-, y sin duda aquí los podemos encontrar y son muy positivos: colaboración y amistad.

Atractivos. El show contiene todos los atractivos bien utilizados que la tecnología permite en un teatro, pero sin grandes alardes ni mucha inventiva; a fin de cuentas con impresionar a una niña de cuatro años que va por primera vez al teatro, y hacerlo limpia y medio espectacularmente, parece suficiente.

Sin embargo, ese exceso de limpieza lleva incluso a que los actores se sometan a una simple grabación de los diálogos sobre los que evolucionar con los grandes muñecos que visten. Incluso los tiempos vacíos para esperar la respuesta de los niños cuando se les pide colaboración están medidos y grabados. Y haya o no colaboración, la grabación sigue adelante, con lo que la comunicación desaparece y el niño se queda en la mitad de los casos a dos velas, o mejor dicho con las manitas a punto pero ya metido en otro párrafo.

Intermedio. Canciones, bailes, decorados que se abren, aparecen y desaparecen, y mucho márketing: un intermedio de veinte minutos para que los niños puedan pedir a los padres lo que las señoritas de camiseta venden mientras suben arriba y abajo del patio de butacas. Está bien abrir el festival a la ciudad y ofrecer posibilidades a todo tipo de espectador, pero no a costa de lo que sea, desde luego

Seguro que si este experimento de meter un infantil en medio de la programación sigue adelante otros años habrá espectáculos con el mismo número de valores morales, pero también que contengan valores artísticos.

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