¿Cómo surge Lo indecible?

Nací y viví gran parte de mi adolescencia en dictadura. Conservo algunos recuerdos de experiencias relacionadas con el tema que marcaron bastante mi niñez. Cuando crecí, pude comprender. Conocí de cerca a mucha gente que había sido represaliada, a familiares de detenidos desaparecidos y a exiliados. Contar lo que sucedió en mi país es importante y necesario para mí. Por otro lado, uno de los temas presentes en mis trabajos es el rescate de la memoria de las mujeres. La historia de Gabriela es muy potente. Ella era directora de un colegio y fue encarcelada, simplemente por ayudar a algunas familias que eran perseguidas en la dictadura.

¿Cómo llegó a conocer a Gabriela Goycoolea y por qué eligió su testimonio?

Fue una casualidad. Cuando surgió la idea de realizar un documental centrado en la imposibilidad de expresar una experiencia tan traumática como la tortura, la protagonista de Lo Indecible era Berta, una mujer que vive en Suecia y que había estado detenida en el Estadio Nacional. Nos hicimos bastante amigas y meses antes de grabar la entrevista, ella tuvo que dar su testimonio par la Comisión Valech. El mismo día de su declaración, por el hecho de revivir esa experiencia, ella sufrió un infarto. El médico le recomendó que no hablara más del tema. Muy fuerte y muy irónico, ¿no? Porque el documental trataba sobre esa imposibilidad. En esos días, tuve que ir al Consulado de Chile en Barcelona y ahí conocí a Gabriela. Conversamos, hubo una conexión entre nosotras y después que me contó su historia, decidimos que debíamos grabarla.

Hubo alguna intención en que los textos leídos, testimonios de mujeres torturadas extraídos de los informes de la comisión Valech, fueran leídos por hombres? ¿Por qué no usar el propio testimonio de Gabriela?

Mi intención no era que Gabriela me contara su experiencia en el centro clandestino. Me interesaba justo lo contrario, la imposibilidad de contar esa vivencia. Y ese es el tema del documental. Todas las personas que he conocido y que estuvieron en centros clandestinos, coinciden en la misma idea: aunque relates la experiencia, sólo un sobreviviente sabe lo que realmente sucede en ese infierno. Si se fija, todos los testimonios de las torturas son similares. Utilizar una lectura fría y distanciada de un modo casi coral, le quita cualquier carga emotiva al relato y también incomoda al espectador que en la mayoría de los casos, no quiere seguir escuchando. Quise que fueran hombres, no sólo por el contrapunto, sino que para plasmar que pasaba con ellos cuando leían esas experiencias narradas por mujeres, como reaccionaban sus cuerpos, qué pasaba con sus voces, qué sentían...

¿Por qué sólo 14 minutos para narrar todo esto?

Considero que el testimonio de Gabriela es muy potente; su rostro, su forma de narrar y su voz, tienen mucha fuerza. Más tiempo hubiese sido excesivo.