Cómo sobrevivir a una despedida

Dirección: Manuela Moreno

Intérpretes: Natalia de Molina, Úrsula Corberó, María Hervás, Brays Efe.

De qué se rió por primera vez un ser humano? Probablemente una cáscara de plátano tendría mucho que ver: algún homo sapiens la pisaría y un homo que se creía más sapiens se carcajearía a gusto del trompazo. En España, como señaló alguna vez Santiago Segura, todo seguramente tendría su origen en un pedo. En Cómo sobrevivir a una despedida, Manuela Moreno inserta una perorata supuestamente humorística sobre las formas de los penes en el minuto cinco de la película (yo creía que llegaría en el quince: estos tiempos modernos, ay, que van cada vez más rápido); es la prueba de la desesperación con la que la directora persigue la complicidad con el espectador menos exigente. Pero, ¿sabe lo que pasa?, que cuando uno siente que le están cogiendo del cuello para que se ría, cuando se utilizan referencias mil veces empleadas (una protagonista se parte un piño y grita: «Cuñaaooooo»), pues no suele reírse.

Oigan, hasta cierto punto sería lógico que no confiaran en mí: tengo fama de espectador gruñón y poco dado a alardes empáticos (yo prefiero considerarme exigente). No pasa nada, lo comprendo, no se lo tengo en cuenta; atiendan entonces a la mayoría, que en esto de ver una comedia lo que haga el grupo es fundamental... Pues resulta que en un momento de la película un personaje masculino le dice a otro femenino: «¿Oye, no quieres un mojito de menta?». «¿Eh?», responde la chica. «¡Pues chupa de ésta que alimenta!». Silencio casi absoluto en la sala. En Málaga. En el Festival de Málaga. En un pase con espectadores y periodistas que jaleaban a Carmina Barrios cada vez que profería la palabra «chocho». Ahí mismo. Silencio.

Cómo sobrevivir a una despedida es inexcusable (no hablemos ya de su inclusión en la Sección Oficial del Festival de Málaga: mientras el certamen tenga que pagar peajes como éstos es imposible que se aleje de las miradas por encima del hombro de tantos en el sector). No me valen las justificaciones del equipo en plan «Lo que queremos es que la gente pase un buen rato», porque eso es despreciar los admirables conceptos de «buen rato» y de «entretenimiento», por no hablar del de «gente». Esto es basura destalentada y patética (o como diría una de las protagonistas: un epic fail), sin más, que depreda sin pudor alguno éxitos yanquis como Bachelorette o Resacón en Las Vegas -a ésta ya hasta la citan en la película en el guiño meta más elemental de la historia-. Y llámenme gruñón si quieren, pero que sepan que los que han hecho esta película no sólo se ríen de alguien que se ha tropezado con una cáscara de plátano: ellos son los que han puesto estratégicamente la cáscara de plátano para provocar la caída. Y, por cierto, ¿saben quién ha caído? Ustedes, los espectadores.