La directora Isabel Coixet fue ayer protagonista del Festival de Málaga por partida doble. Por un lado, presentó en la Sección Oficial, aunque fuera de concurso, su nueva película, Aprendiendo a conducir, protagonizada por Ben Kingsley y Patricia Clarkson. Por otro, la cineasta catalana recibió el Premio Retrospectiva del certamen en una gala en la que estuvo acompañada de compañeros y amigos, entre ellos Leonor Watling, Javier Cámara y Pablo Berger. Con motivo del homenaje, durante la gala se proyectó el documental Palabras, mapas, secretos y otras cosas, dirigido por Elena Trapé, un retrato de la realizadora, su particular mundo y sensibilidad como autora.

¿Tiene carné de conducir?

Sí. Me lo saqué después de leer el guión de esta película. Hace siete años.

Es una conductora tardía...

Soy una conductora muy tardía y, además, aprendí a conducir en Los Ángeles: tengo licencia de California. Tengo que confesar que no tengo problemas para ir para adelante. Pero aparcar no es lo mío.

No me enseñaron.

Lo que tampoco nos había enseñado antes el cine es la vida de un taxista hindú de Nueva York.

Lo que me gusta de la película es que este hombre, que tiene un pasado terrible, lo cuenta sin rencor y sin amargura. La gente que está a nuestro alrededor y que trabaja en oficios de este tipo, también tiene un pasado. Nuestros problemas, al lado de los de ellos, son muy pequeños.

Confiese: el sexo tántrico es desesperante.

A mí no me metas en esto. Siempre he pensado que algo que practica Sting no tiene que ser bueno. Bueno, es una parodia de esa gente que siempre practica meditación y que después son los que tienen más mala hostia.

¿Son muchas las diferencias entre rodar en España y Estados Unidos? ¿En qué deberíamos ser más norteamericanos?

Creo que lo que habría que importar es gente como los productores de esta película, que vienen del mundo de las finanzas y que apostaron por financiar esta película sin subvenciones, sin televisiones, sin distribución... La hicieron sin nada. Simplemente arriesgando su dinero. Eso sería genial que lo importáramos. Lo que pasa es que, claro, esto es otro mundo, otro universo, y estas cosas no ocurren aquí. Pero eso sí que sería importante. Respecto a los medios; piensa que también en los Estados Unidos se hacen películas muy modestas. Tengo un amigo que acaba de hacer allí una película que no llega a los 60.000 euros. También allí hay gente buscándose la vida y convenciendo a la familia. Hay una industria de estudios muy grande que hace películas que pasan por cincuenta mil filtros y que se deciden en un comité, y también hay mucha gente haciendo cosas muy interesantes con muy poco dinero.

Sostiene que deberíamos quitarnos los complejos a la hora de salir fuera a rodar. ¿Cree que el cine español vive acomplejado en ese sentido?

Creo que ya no. Hay mucha gente en Los Ángeles haciendo grandes producciones y currándoselo en la liga de los grandes. Pero recuerdo que cuando hice Cosas que nunca te dije, la gente pensaba que estaba completamente loca. Nunca he tenido miedo ni complejos a la hora de salir. Quizá ante la película que hice más de estudio, que fue Elegy... Pero en realidad tampoco: nunca pensé que no sería capaz de hacerlo.

Seguro que, además, encuentran más facilidades...

Allí no hay subvenciones, pero existen muchas facilidades y ventajas fiscales en ciertos estados de Estados Unidos, como Carolina del Norte y Nueva Orleans; allí se están rodando muchísimas películas porque se ofrecen muchas facilidades. Pero, además, la gente que tiene dinero aquí, o no le gusta el cine o no concibe una película como un negocio.

Pero si en España no se considera el cine como un negocio, ¿servirá para algo la esperada ley de mecenazgo?

Supongo que, una vez cincelada la ley, ciertos sectores financieros lo considerarán. En cuestiones de cine, y esto es algo que siempre digo, copiemos a Francia. A ellos les ha ido bien, pues vamos a ver cómo nos va a nosotros. No es tan difícil. Si hay algo bueno, copiémoslo. Una película, para que sea negocio de verdad, no solo hay que producirla. Hay que acompañarla a los festivales adecuados y encontrar una distribución que realmente la ponga junto con unos exhibidores que la quieran. No puedes hacer una película y tirarla contra la pared: hay que acompañarla.

Sobre el reciente éxito de nuestro cine, Jonás Trueba, por ejemplo, dice no estar a favor de un cine que dependa en exclusiva de las televisiones.

Estoy absolutamente de acuerdo con él. Yo he hecho películas de todo tipo: grandes, pequeñas, medianas, independientes, megaindependientes... Pero no sé, me parece genial que Ocho apellidos vascos haya arrasado. Pero como cineasta lo que te gustaría es que promocionaran tu película de la misma manera. La verdad es que nunca he tenido una promoción así. Aunque espero tenerla algún día. Pero al final, la película ha conectado con el público porque es una película muy genuina y que a todos nos hace mucha gracia. Lo que estaría bien es que apoyen a otras también. A mí, la película del año pasado que más me interesó fue Loreak. Una película en euskera que, además, creo que aporta algo muy diferente al tratar la relación que tenemos con la muerte. Si el 15% de los que fueron a ver Ocho apellidos vascos hubieran ido a ver Loreak, sería una buena medida. Pero bueno, yo veo una y también otra.

Cuando uno recibe un premio Retrospectiva, da la sensación de que tiene más pasado que futuro. ¿Se siente así?

Pues no. Cuando me lo dijeron pensé: «¿Pero ya? ¿No es un poco pronto? ¿Podemos esperar unos años? Pero si John Ford hizo 130 películas...». Yo creo que es un premio a la cabezonería, a la resistencia. Además, yo nunca me duermo en los laureles: una tarde me dan un premio y al día siguiente ya me he olvidado.

Eso es que tiene muchos proyectos en la cabeza; mucho por hacer...

Proyectos tengo. Y mucho por hacer, no lo sé. Que me voy a descuernar para hacerlo, seguro.

¿Reniega de alguna de las películas de su filmografía? ¿Ha tenido hijos de los que no se siente tan orgullosa?

Sí. Tengo hijos que, por muchas razones y circustancias, probablemente por debilidad, no han salido como yo quería. Pero también sé y me acuerdo de las circustancias en las que nacieron y cómo se comportaron los médicos y las enfermeras. Y al final pienso que demasiado bien salieron.

¿Qué le pasa con U2?

Pues que no soy nada fan de ellos. Tampoco puedo soportar a Enya.

Bueno, es más normal no soportar a Enya o a Kenny G.

¡Kenny G! Eso es mucho peor. Estamos hablando de lo megapeor. Hemos llegado a un nivel muy bajo...

Pues ya que estamos en las cloacas, hablemos de política. ¿Cree que los españoles darán carpetazo a todo esto en las elecciones?

Yo soy muy práctica en ese sentido. Pido muy pocas cosas a un Gobierno: transparencia, honestidad y sentido práctico. España es un país con unos recursos contados. Vamos a hacer que la gente pueda vivir. Se pueden arreglar muchas cosas con un reparto mucho más inteligente. Si va a ser Podemos el que venga u otro, no tengo ni idea. También hay que señalar que los de Podemos han sido asesores de Venezuela. Si hubieran sido asesores de Dinamarca me sentiría más tranquila. Creo que es posible gobernar este país sin rencores. Y claro, para que eso ocurra habrá que meter la escoba.