El director y fotógrafo francés afincado en Cataluña Christophe Farnarier invita a reflexionar sobre la etapa «crepuscular» que atraviesa la civilización occidental y propone un retorno «a los orígenes» en El perdido, la historia de un hombre que desaparece en las montañas del Pirineo.

La película, que se presentó ayer en Zonazine, se inspira en el caso real de un campesino andaluz que desapareció sin motivo aparente en la década de los 90 y pasó catorce años viviendo como un ermitaño hasta que la policía lo detuvo por robar en cortijos.

«Es una película con una gran fe en el ser humano», asegura Farnarier, que añade: «La idea era recrear la civilización a partir de los elementos primarios, sin todas las parafernalias del mundo actual». Una idea muy presente en la filmografía anterior del director, centrada en el género documental, con títulos como El somni (2008), sobre uno de los últimos pastores trashumantes, o La primavera (2012), que narra el día a día de una familia rural de la Sierra Cavallera; cintas, por cierto, todas estrenadas en el Festival de Málaga. En su salto a la ficción, Farnarier mantiene elementos del documental. El perdido se filmó a lo largo de un año en orden cronológico, y con un actor no profesional, Adri Miserachs, a quien el espectador ve crecer el pelo y la barba y hacerse progresivamente más corpulento. «Es un amigo mío con quien tengo una conexión muy fuerte y especial. Nunca había hecho un papel, era virgen de la cámara», dice sobre su actor, ingeniero en una empresa textil.

Perdido en el Pirineo catalán y francés, Miserachs construye un personaje universal sólo a base de la expresión de su rostro y su cuerpo en relación con el entorno. La película es completamente muda, con los sonidos de la naturaleza cobrando un protagonismo esencial. Lo vemos sufrir bajo la nieve y la lluvia en invierno, bañarse en los arroyos en verano, cazar para comer y construirse una cabaña pero también leyendo y dibujando. «Hemos tratado de vivir la experiencia de la manera más real posible», señala Farnarier, que ha tardado cinco años en sacar adelante el proyecto. Finaliza el director: puede parecer que «el perdido» está loco, pero «ni está loco, ni desaparecido; está en la verdad». Y que «todos llevamos un perdido dentro. Y lo tenemos que reencontrar».