La memoria y el amor a las raíces son los elementos principales de Quatretondeta, película en la que José Sacristán comparte aventuras con Laia Marull, Sergi López y Julián Villagrán. El veterano actor, que recuerda como «una noche inolvidable» el homenaje que le ofreció el Festival de Málaga en 2014 con el Premio Retrospectiva, cree que el cine español tiene un gran futuro por delante. Su grito de guerra es: «Hagamos lo que hagamos, ¡hagámoslo bien!».

Su personaje es un tipo singular y tierno que acaba incluso arrastrando un ataúd por una montaña.

Es un poco quijotesco, sí. Y es un personaje muy tierno, efectivamente. Cuando Pol [Rodríguez] me ofreció este papel, lo hizo desde una particular posición de emociones como amigo. Conocí a Pol acudiendo al restaurante Can Lluis de sus padres y abuelos, al que iba con una persona muy querida para mí que ya no está y que él conocía. Entonces había una unidad en el dolor y en las ausencias. Y por eso su confianza no era solamente en lo mejor o peor lo pudiera hacer como actor sino algo personal que yo le agradezco. Porque esta película es muy personal. Y esta película en vez de Quatretondeta podría titularse Chinchón. En el fondo todos estamos necesitados y reclamando lo mismo, que es una forma de amor y de entendernos. Y de cuidar la memoria.

La memoria es un elemento fundamental en esta historia. Y también la muerte, que siempre nos une.

Es curioso porque incluso hay un momento en el que se equivoca de muerto. Y lo que hace es desencadenar acciones y reacciones. Sobre todo el personaje de Laia [Marull], que acaba atrapada en el laberinto del desmemoriado.

Nada que ver este papel con el que interpreta en Toro.

Sí. Bastante distinto. Aunque aquel lo quería era atrapar a ese hijo que nunca tuvo y que se le escapa. Y ante esa situación intenta retenerlo, al contrario que este pobre diablo de Tomás, desde la violencia.

Al verle haciendo doblete en Málaga nos indica que está usted en buena forma.

Estamos en buena forma, sí. Verás, mañana me voy a Madrid porque pasado ruedo Velvet, y después voy a Logroño y Pamplona para hacer Muñeca de Porcelana, de mi amigo David Mamet, que me envío desde Santa Mónica [se remanga la chaqueta para mostrar una esclava de plata con el nombre del estadounidense] este regalo y una carta maravillosa por mi trabajo en la que dice que lo que hacemos aquí está más cerca de lo él pensaba; de lo que él quería hacer y de lo que está haciendo mi amigo Al Pacino en Broadway. Todo un regalo.

Asegura que el cine, en esencia, no ha cambiado desde que usted empezó en La familia y uno más (1965). Pero lo cierto es que hoy nuestro cine compite con más fuerza y en los últimos años parece está en racha.

Y ojalá esto se mantenga. Creo que las cosechas de los peliculeros españoles son buenas cosechas. Aunque unas se compran y otras no. En este sentido no quiero aparecer llorando todo el rato ni tampoco aplaudir sin más. En ocasiones hay títulos formidables que no cuentan con el favor del público. Creo que la media de calidad de nuestro cine debería tener una respuesta más cordial por parte del público. Celebro esto que está pasando, pero siempre ha sido así. Desde que empecé, las variantes dependen también de lo representa el fenómeno llamado cinematógrafo en la sociedad. Porque ahora el producto llamado película ya no sólo se vende en la tienda llamada cine. Ahora se comercializa a través de otros procedimientos y sistemas. Y después está la piratería, lo uno y lo otro.

¿Le augura un buen futuro a nuestro cine?

Por supuesto. Sólo hay que observar lo variopinto que es; las miradas tan diferentes que existen. Me parece que es un claro ejemplo de que la cinematografía española está viva y coleando.

¿Si tenemos que votar una segunda vez es porque hemos votado mal en la primera?

La clase política no ha entendido bien el mensaje de las urnas. Creo que ha habido falta de flexibilidad, falta de cintura, de sensibilidad por parte de todos. Hubiera sido una oportunidad para darle un giro al panorama político español y no se ha aprovechado. Me temo que el resultado de unas próximas elecciones va a ser más o menos el mismo. Y no sé cómo vamos a salir de este atolladero... Confío en que algunos de los partidos emergentes tomen nota.

Ha firmado un manifiesto en favor de que Podemos y IU acudan juntos a las elecciones y en el que se apuesta por una nueva izquierda ¿Tanto ha defraudado el PSOE?

¿Cómo? Y la izquierda de Izquierda Unida. Y la izquierda de los sindicatos me ha defraudado... Lo que creo también es que muchos de los partidos emergentes tienen la impaciencia de los malos aprendices. Hay torpezas y meteduras de pata muy importantes.

Muchos compañeros de profesión no hablan tan abiertamente de sus preferencias políticas por miedo, quizás, a perder trabajo. ¿No debería ser normal hablar de política sin temor a nada?

Claro. Y yo asumo las consecuencias de hacerlo. Como actor tengo que cumplir una función que es mi trabajo. Y como ciudadano no voy a escudarme en el actor Sacristán para decir nada en un escenario. Lo que hay que hacer es decirlo en la calle, públicamente. El actor no puede salvarle la papeleta al ciudadano.