Lo avisa Koldo Serra desde el mismo comienzo de 'Gernika': una secuencia de animación, de una técnica y virtuosismo imposibles en el año 1937, es proyectada en el cine de la localidad. Queda claro, por tanto, que la película no va a ser, sobre todo porque no lo pretende, una recreación historicista de un infame episodio que no debemos olvidar. Pocos minutos después, en la presentación de los personajes de dos de los periodistas extranjeros que cubren la Guerra Civil, una bomba furtiva hace explotar un pequeño coche: los reporteros vuelan por la onda expansiva, ejecutando la coreografía típica del cine de acción estadounidense. El espectador ya se da cuenta de que ésta no es otra película más en la supuesta excesiva lista de filmes sobre nuestra contienda fratricida.

Sé que es una teoría loca y que puedo quedar como un chalado, pero aquí va: 'Gernika' es una mezcla del episodio IV de 'Star Wars' y 'Titanic'. ¿Cuánto hay de Han Solo en ese encantador periodista loser encarnado por James D'Arcy? ¿Y de Leia en la censora con principios inquebrantables que interpreta María Valverde? ¿Y esa música sinfónica de graves cuerdas cada vez que aparece en plano uno de los 'malvados'? ¡Hasta en algún momento una republicana se refiere a los franquistas como "the other side"! Y uno se podría imaginar el comienzo del filme, con esa contextualización histórica, como los clásicos openings inclinados de cualquier película de la saga de George Lucas...

Y ahora vamos con 'Titanic'. Porque a partir de cierto momento, 'Gernika' se convierte en una historia de amor, de ésas de besos bajo la lluvia y pasiones románticas bigger than life, que convierte a sus protagonistas en héroes inasequibles al desaliento; todos sabemos cómo terminará la relación. Yo supongo que harán estas cosas para garantizarse el impacto emocional del desastre que vendrá: ya se sabe que al espectador le dolerá más que maten a los enamorados que se besan bajo la lluvia que a un anónimo pueblo entero. Vale, tampoco tengo problemas con eso... Ni siquiera con que un pin del Athletic Club de Bilbao haga las veces del colgante ése del filme de James Cameron.

El otro día, en una entrevista, el director de cine cubano Pavel Giroud -que ha traído la estimulante 'El acompañante' a Territorio Latinoamericano- nos decía: "La narrativa clásica ha sido una apuesta constante en el cine de Hollywood, pero no es algo que les pertenezca soberanamente (...) Lo que Europa quiere ver del cine latinoamericano es cine de voluntad agra y distante: apenas suena música, hay extensos silencios y entre todos los personajes parece haber una zona helada imposible de atravesar". Estoy absolutamente de acuerdo con él: no tengo ningún problema con que hagamos espectáculo y entertainment con nuestra historia, con que juguemos con sus posibilidades iconográficas y dejemos de respetarla con la contraproducente adoración que se le tiene a las reliquias. Mejor eso, la verdad, que 'Libertarias', de Vicente Aranda.

Me imagino que Koldo Serra, gran y avezado cinéfilo, buscaría más el melodrama y el clasicismo de autores de bajo perfil pero grandes dividendos artísticos como Henry Hathaway o Lewis Milestones. El verdadero problema de 'Gernika' es que todo suena más a otro referente, el cine de Régis Warnier, ese hombre especializado en recreaciones de episodios históricos de su país, Francia, desde una cierta épica sentimental. Así, como en los títulos de este señor, todo en la cinta de Koldo Serra parece mecánico: evidentemente, Serra es un hábil contador de historias, con una economía expresiva y una cierta potencia rítmica -virtudes que expuso mucho mejor en la recordada 'Bosque de sombras'-, pero aquí todo suena a espectáculo 'by the numbers', sin mordiente, diseñado y ejecutado milimétricamente para cumplir unos cánones para todos los públicos. Lo prueba las escenas del bombardeo, el supuesto clímax: no crean que soy un ser sediento de sangre, pero la verdad es que me han parecido asépticas, poco intensas, hasta pacatas.

O sea, que si no funciona como reimaginación potente de un episodio bélico ni como historia de amor tremenda, ¿qué tenemos con 'Gernika'? Un espectáculo excesivamente correcto y que, quizás por eso, gustará.