Perdón por la autocita; esto es lo que escribí sobre 'Techo y comida', que se pasó en Málaga el año pasado: "Se trata de una sucesión de catastróficas desdichas, una lectura de titulares de periódico pero añadiendo nombres y apellidos, caras y lágrimas, a las estadísticas de nuestro fracaso. Básicamente, es una muestra de ese cine de telediario, de ese tipo de filmes que buscan corporeizar acontecimientos del aquí y del ahora pero que, realmente, no logran trascender su valor de urgencia". La aproximación de 'Zoe' al mismo asunto -en realidad, podríamos decir que sus protagonistas comienzan su peripecia justo donde dejaron la suya los del filme protagonizado por Natalia de Molina- es casi la opuesta: Ander Duque se dedica a filmar los tiempos muertos de la desolación, los momentos cotidianos y que cortamos en la sala de montaje de nuestras vidas por supuestamente poco significativos; la cámara se detiene en cómo Gemma baña y peina a Zoe, en cómo pasean por un mercadillo o juegan bailando... Porque de eso también se compone la supervivencia diaria. Sin embargo, la película no funciona. ¿Por qué?

Primero, porque se le ven sus costuras: el filme fue rodado, casi en plan de guerrilla, con una única actriz profesional -Rosalinda Galán, la madre- y con un guión, digamos, flexible; el problema radica en que se nota que Galán -sevillana afincada en Madrid: le baila el acento en lo que yo llamo el síndrome Terelu Campos- se ve obliga a forzar las situaciones, a provocar las reacciones de los actores no profesionales, y termina pareciendo más una reportera de un programa del tipo 'Comando actualidad' que una madre en apuros. Y eso en una cinta que parece aspirar al cinema verité es un pecado mortal.

Pero peor aún es el segundo problema: una cuenta atrás jalona los episodios de 'Zoe'; desconocemos qué ocurrirá cuando el cronómetro llegue al 0.00.00 hasta el mismo final de la cinta: el hecho que sucede en la conclusión es tan potente y grave, tan de ésos que te deja mal cuerpo, que, quizás sea un poco tiquismiquis yo, pero me parece que lo del reloj es un subrayado innecesario, hasta algo frívolo. Y todo lo anterior, ese interés absoluto por la realidad hasta el punto de abandonar la narrativa y el dibujo de personajes sin convenciones, ese reflejo sin propósito aparente más allá del de intentar atrapar la realidad, queda traicionado. Sí había un propósito, había un desenlace, y uno que quiere golpear al espectador. Un efecto.

Qué lástima, porque 'Zoe', como cualquier producto que se involucra en los momentos menos aparentes de la realidad, encuentra minutos valiosos al filmar cosas más o menos nimias y sabe alejarse del cine 'cogotero' de los hermanos Dardenne -ya saben: sigamos desde atrás con la cámara al protagonista en sus desgracias, con tal insistencia que acabamos conociendo más el cogote del personaje que su corazón- y similares. "Si eres un buen narrador una mentira es más verdadera que la realidad; si eres uno malo, entonces la verdad es peor que media mentira". Lo dijo uno de los grandes del cinema verité, Jean Rouch. La frase bien puede resumir lo que opino de la película de Ander Duque.