La habitación 738, la más lejana a la recepción del hotel Resort Paraíso, es la elegida por Pablo y Eva para esconderse tras perder su casa y trabajo. Pero, alojarse en un establecimiento cerrado durante la temporada invernal, puede convertirse en una pesadilla para este matrimonio en crisis, que tendrá que enfrentarse a un psicópata para poder sobrevivir. Así se presenta la trama principal del segundo filme de Enrique García, director de la premiada 321 días en Michigan, que tras un cambio de registro muy significativo, pretende convertirse «en la primera película taquillera hecha en Málaga».

La pareja encarnada por Virginia De Morata y Rafa Castillo Moreno vivirá un auténtico drama al ser descubiertos por el vigilante de seguridad, o lo que es lo mismo Héctor Medina, que como malo de la función, será el encargado de que «el público disfrute sufriendo». Mucha sangre y acción son los principales ingredientes con los que cuenta el malagueño para mantener a los espectadores agarrados a la butaca. Rodada en Torremolinos, en plena Carihuela, y con algunas secuencias en Benaoján, la película es «una montaña rusa en la que no dejan de suceder cosas», explicaba García durante el visionado de las primeras imágenes ayer en el espacio 5 Minutos de Cine que el festival dedica estos días a la presentación de nuevas producciones.

En definitiva, una apuesta arriesgada con la que persigue alcanzar un reto personal después del fracaso del proyecto Noche de brujas, demostrar que es capaz de rodar una película comercial con un presupuesto muy escaso. Aunque sigue inmersa en el proceso de postproducción, el equipo espera poder presentarla en el Festival de Sitges donde, según su director, encaja como un guante por el género del que se trata. Producido fundamentalmente por Puraenvidia films y Elamedia, el thriller terminó de rodarse a finales del pasado año, motivo por el cual no llegó a presentarse al Festival de Málaga. Algo que puede ser positivo para lograr la consolidación del grupo, «la emancipación», bromeaban. «El tiempo nos comía y la falta de dinero hacía que no pensásemos en otra cosa más que en sacar planos hacia adelante». No podían permitirse ninguna concesión, «si llovía tres días el proyecto se venía abajo» y la simple idea asustaba. Ya a finales de 2014 tuvieron que suspenderlo, justo antes de empezar a rodar, debido a la falta de financiación.

Veinticinco jornadas de continuo rodaje (exactamente las mismas que su antecesora), en las que luchaban por «ganar horas al día», además de la dificultad logística, provocaron que el cansancio fuese haciendo mella en los protagonistas. «Caídas, carreras, largas secuencias bajo el agua y mucho frío hicieron que el rodaje fuese duro en algunos momentos», reconoció De Morata. Y es que, como recordaba la actriz, más de uno sufrió algún percance que le dejó secuelas físicas. Sin embargo, la unión que surgió entre el equipo facilitó mucho el trabajo, «nos sentimos muy arropados y apoyados y eso fue fundamental» afirmaban. «Volvería a rodarla tres veces más, a pesar de la complejidad; ha sido como trabajar en familia», apuntaba Héctor Medina. Precisamente la confianza en el reparto es, para el director. la razón de que finalmente se haya podido llevar a la práctica en tiempo récord. «Sabía a quien metía en el barco», ahora es cuestión de que el terror y el suspense conquisten al público.