La décadence ahonda en la vida del director de cine Iván Zulueta (San Sebastián, 1943; Donostia, 2009) contada por él mismo, a través de las dos casas donde vivió. Un talento autodestructivo pero deslumbrante en medio de ruinas.

El misterio y el enigma son fundamentales a la hora de apreciar a Iván Zulueta, cuya vida y obra se han beneficiado de cierta mystique. ¿Cree que un documental como el suyo le puede restar algo de misterio o, al contrario, potenciar el lado más icónico de Zulueta?

Desde que en la primavera de 2006 rodé una larga escena de Las películas de mi padre en Villa Aloha, la estupenda casa de su familia en San Sebastián, quise hacer una película sobre él. A partir de su frase «habría que hacer un programa triple con Los viajes escolares (1973) y El río de oro (1985), de Jaime Chávarri, y Arrebato (1979). Las tres cuentan la misma historia en torno a un personaje que es una especie de Peter Pan». Primero escribí un guión más o menos convencional en torno a Chávarri, Zulueta y Peter Pan, pero resulto imposible de financiar, luego comencé a buscar materiales sobre Iván, hasta llegar al montaje actual de La dècadence.

Al retratar a un colaborador y un amigo como Zulueta, ¿ha sentido pudor en algún momento o directamente no se puso traba alguna?

A finales de los años sesenta conocía a Iván, al mismo tiempo que a Jaime Chávarri, Antonio Gasset, Ricardo Franco, Emilio Martínez-Lázaro, Alfonso Ungría. Me descubrieron que no era el único fascinado por el cine y que además quería hacerlo, lo que me resultó de gran ayuda. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. .

¿Qué cree que opinaría Zulueta de La dècadence?

Espero que le gustaría al estar basado en materiales preexistentes, no se ha rodado nada especial para La dècadence, pero muy elaborados, algunos de los cuales conocía, e incluso había realizado personalmente, y sé que apreciaba. Creo que le habría gustado, siempre fue muy simpático y amable y nunca tuvimos el menor problema, incluso durante la elaboración de una película tan conflictiva como Arrebato.

Creo que la palabra decadencia es básica, resume a la perfección la esencia de la obra, visión vital y, creo, de la persona de Zulueta. ¿Está usted de acuerdo?

Durante el rodaje de Las películas de mi padre repetía «la dècadence», siempre en francés, referido a sus peculiares condiciones de vida. Por eso a la hora de elegir un título se me ocurrió éste.

Inevitable preguntarle directamente por Arrebato, de la que usted fue parte fundamental. ¿Cree que los Carlos Vermut de hoy serían imposibles sin Zulueta?

Siempre me ha asombrado cómo Iván Zulueta ha podido hacerse tan famoso sin mover un dedo para ello, sin apenas salir de Villa Aloha, su casa de San Sebastián. De hecho, el viaje de Iván Zulueta al Festival de Málaga en 2008 para recoger la Biznaga por la Película de Oro a Arrebato es una de las pocas salidas que hace de San Sebastián y posiblemente la última. La realidad es que hay un amplio grupo de incondicionales de su cine, con algunos de los cuales he estado en contacto para hacer La dècadence. Por ejemplo, Carlos Escolano, sin cuya aportación nunca habría podido hacerla, ni posiblemente se me hubiese ocurrido su actual estructura.

[La dècadence se proyecta hoy en el Teatro Echegaray a las 19.30]