­Hija de Elías Querejeta, productor fundamental de la historia de nuestro cine, y de la diseñadora de vestuario Maiki Marín, la directora de Siete mesas de billar francés y Cuando vuelvas a mi lado recibió ayer el Premio Retrospectiva del certamen malagueño, con el que guarda una intensa historia de amor, ya que dos de sus películas, Héctor (2004) y 15 años y un día (2013), han resultado premiadas con la Biznaga de Oro.

¿No se ve joven para una retrospectiva?

Pues sí. Pero me consuela saber que hay compañeros más o menos de mi quinta que también lo han recibido, entre ellos Isabel Coixet y Álex de la Iglesia. Pero sí que da un poquillo de cosa.

¿Le ha hecho este reconocimiento echar la vista atrás y pensar en su trayectoria?

No. Hace ilusión, pero no me pongo a hacer balance. Prefiero no hacerlo. Creo que soy un poco joven para hacerlo. Lo que me gustaría es que este premio sirviera sobre todo para seguir adelante. Para seguir trabajando.

No negará que mantiene una relación bastante especial con este festival, donde en dos ocasiones ha ganado la Biznaga de Oro, con Héctor (2004) y 15 años y un día (2013).

En Málaga me siento como en casa. En el festival he participado muchísimas veces, de una manera u otra. Siempre he estado dentro.

¿Qué elementos podría considerar diferenciadores de su cine?

No sabría decirte. Eso es algo que le dejo a los demás. No pienso jamás en esas cosas. Y por eso no sabría qué contestarte, la verdad. Creo que todas mis películas tienen algo en común, pero no sabría decirte qué es. Supongo que una cierta mirada. Que es la mía, ciertamente.

¿Cree que la situación del cine español es mejor ahora que cuando empezó?

Es completamente distinta. Ha habido toda una revolución tecnológica que ha hecho que las cosas cambien muchísimo. Se ve mucho más cine en casa y se ve cine de otras muchas maneras. Ya no es necesario ir a las salas. La revolución tecnológica ha sido enorme y ha hecho que la industria haya cambiado muchísimo. La del audiovisual es una industria potentísima, aunque quizá un poco pequeña todavía en nuestro país, aunque comparativamente ha crecido muchísimo. Estamos en un momento de cambio. De reconciliarnos con el público. Estamos ofreciendo muy distintos tipos de género y ya se está dejando de escuchar «película española» como algo peyorativo. Más bien lo contrario.

¿Ha desaparecido el divorcio con el público?

La taquilla así lo dice, y por lo tanto es algo que se puede demostrar.

¿Y qué tiene que ver la tecnología con la calidad de las historias que se cuentan?

Nada, pero lo que sí tiene que ver es el hecho de que el cine se ve de otras muchas maneras. Hace 15 ó 20 años se iba al cine a ver películas y ahora se ven de muchas otras formas. Y ésa es la auténtica revolución. Pienso que en el futuro las películas se acabarán estrenado en las casas directamente.

Muchos realizadores lamentan la falta de productores en España.

Desde luego que sí, claramente. Hay pocos productores y si hay son poco visibles. Antes se trabajaba de otra manera. Los grandes productores y las productoras con sello y con estilo han desaparecido.

Se tiene la imagen del productor como alguien valiente y atrevido que pone su dinero al servicio de una película sin saber si lo va a recuperar. ¿Lo era su padre?

Sí. Bastante. Mi padre tenía su método particular y que además obedecía a una cierta época.

¿Considera que el cine español está socialmente comprometido?

Hoy en día es así. No hay nada más que ver películas como Techo y comida o incluso Felices 140, en la que se habla sobre el dinero y la codicia en un momento en el que precisamente el dinero ha adquirido una importancia enorme. Sí, creo que el cine está reflejando mucho de lo que ocurre en la sociedad. Y quizá debería todavía ocurrir más. Además creo que la realidad, lo que nos sucede y nos rodea, es una fuente inagotable de historias.

¿Es la creatividad la que está impulsando la industria más allá de los escasos apoyos institucionales?

La creatividad sin dinero no es nada en el cine. No existiría. Nuestra profesión está a caballo entre la creación, el arte, y la industria. No tiene mucho sentido tratar de hacer cine sin nada de dinero. Porque la fórmula no funciona. Puede suceder que, eventualmente, aparezcan algunas películas muy pequeñitas que sean unas auténticas obras de arte. Claro que sí. Pero eso no mueve una industria. Y por eso me parece igualmente importante lo uno como lo otro. Cada película necesita su fórmula de inversión para poder hacerse. Sin eso no hay película.

¿Hay temor de que las nuevas ventanas acaben con las butacas de los cines?

Claro que sí. Creo que hay muchas películas que se acabarán estrenado en la televisión. Y sólo las grandes películas, los blockbusters, se quedarán para las butacas de cine. Eso es lo que creo que va a ocurrir. Pero no hay que tener miedo. Son fórmulas diferentes y hay que simplemente adaptarse.

¿El coste de hacer películas se abaratará entonces?

Pues no lo sé. Lo que se está abaratando son las cámaras y los equipos. Pero no por eso se tendrían que abaratar las producciones. Las series que por ejemplo hacen Netflix o la HBO son auténtico cine. Tienen factura de cine aunque vayan directamente a la tele.

¿Cree que el Gobierno trata respetuosamente al cine y la cultura?

En este momento, no. El gobierno que hemos tenido durante estos años no se ha definido precisamente por su cercanía con la industria cinematográfica. Para nada.