'Callback' es la tercera película que Carles Torras trae al Festival de Málaga. Recuperemos lo que pensé de sus dos anteriores -y perdón por la autocita-: «'Trash' era un cómo me duele la vida que bebía -mejor, cogía una cogorza- de películas corales tipo 'Wonderland' pero en una versión reiterativa, exasperamente y aspirante a lo moderno; en su escuetísima -sólo 70 minutos- 'Open 24 hours' el asunto tira más por los vericuetos de cine distante y tenso, de violentas implosiones, de Michael Haneke, pero el realizador no anda fino de sutilezas y el acto de violencia supuestamente inesperado se espera desde el minuto 20». Me las despaché rápidamente y mandoblazos, como habrán podido comprobar. No las he vuelto a ver, pero en mi recuerdo siguen pareciéndome intentos malrolleros de que seleccionaran a su autor para Sundance o, como ahora se dice, SXSW.

Bien, pues sin salir de sus coordenadas estilísticas ni buscar nuevas inspiraciones, de alguna forma extraña, Torras convence en 'Callback'. Quizás porque ha rebajado sus dosis de intensidad y tremendismo -el desaforamiento general de 'Trash'- y sus pretensiones autorales -el blanco y negro de 'Open 24 hours'-, para buscar una narración seca y económica; pero, sobre todo, porque ha conseguido trazar un retrato singular de un personaje curioso: ese Larry de Cecco, un inmigrante en Nueva York que termina siendo un ente despersonalizado, como un robot que se va desprogramando poco a poco en medio de una ciudad alienante.

Sale Larry Fessenden, uno de los grandes popes del terror y derivados del indie estadounidense, así que no desvelo nada si les cuento que De Cecco no es sólo un señor neurótico al que le cuesta mirar a los ojos a la gente. Pero, a diferencia, de los aires de autoimportancia de 'Open 24 hours', un viaje mucho más aséptico pero pretendidamente contundente por la neurosis cotidiana en una gran ciudad, el retrato del psicópata que protagoniza 'Callback' estimula y atrae por ese patetismo con que es dibujado este hombre que habla durante las 24 horas con la impostura de los que ponen las voces en los anuncios. Sólo eso redime la previsibilidad y falta de tacto que sigue habiendo los relatos de Carles Torras.