Ganadora de un Goya y nominada en numerosas ocasiones, la montadora Teresa Font asegura que el montador "no puede ser vanidoso" ni puede pretender tener un estilo propio, sino "el estilo de la película en la que está trabajando", en la que "el director tiene la última palabra".

"Somos unos intermediarios entre el material rodado y el director, y no podemos hacer nuestra película", ha afirmado Font, que hoy recibe el Premio Ricardo Franco, con el que el Festival de Málaga y la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España distinguen cada año a los profesionales más destacados de los oficios técnicos del cine.

Añade que, si el montador no se entiende con el director, "mal asunto", y destaca la importancia de la intuición, porque "a veces, pasa que hay un momento en el que parece que la película te habla y te dice qué camino debes tomar".

"A veces tienes la impresión de que el director se está equivocando, pero llega un momento en el que te rindes, porque has intentado llevarlo por un camino, pero la última palabra la tiene él".

Por su carácter introvertido, siente como si su oficio hubiese sido creado para ella, porque nada le hace "más feliz que estar sola en la sala de montaje, intentando descubrir qué película hay delante".

"Creo que hay una parte intuitiva. Hay cosas técnicas que tienes que conocer, como cambiar de plano, pero sobre todo saber por qué tienes que cambiar de plano. La herramienta principal son nuestras emociones, nuestras experiencias o nuestras lecturas, y una intuición que es difícil transmitir".

Si le llega a la sala de montaje un mal material del rodaje, considera que "se puede arreglar bastante", y prefiere "un material que sea pobre de planos, pero de un director con las ideas claras y con una intención detrás".

"Es inherente al montaje tener que buscar soluciones, porque trabajamos con un material que ya existe. El montaje no es sólo eliminar lo malo, es, en lo que podamos, a través del material que existe, generar cosas buenas".

A sus ayudantes siempre les dice que "lo que se ve y lo que se oye en la sala de montaje no se habla, porque es como un confesionario".

Admite que piensa que "siempre habrá un montador capaz de haber hecho un mejor trabajo", porque cada montador "haría una película distinta con el mismo material", y recuerda con nostalgia algunos elementos del montaje antes de que llegara la era digital.

"A mí me gustaba mucho la moviola vertical, aunque metía un ruido tremendo. Me gustaba la textura del 35 milímetros, porque iba pasando e ibas tocando la película, había una cadencia que te ayudaba a marcar el fotograma de corte".