Hay películas que ganarían muchísimo si apostaran directamente, sin tapujos, a tumba abierta, por ser lo que realmente, en esencia deberían: una comedia desopilante. A esta clase de filmes pertenece 'Amar', algo que sólo tendría pase si hubiera apostado por tirarse al barro y transformarse en lo que realmente es pero no sabe: una película de Vicente Aranda sobre un amour fou teen. Sólo así el espectador más desprejuiciado, con ganas de marcha y cachondeo y capaz de disfrutar de la vergüenza ajena, podría pasar un buen ratillo y se carcajearía al recordar el macguffin del 'strapon' (el equivalente al pañuelo de 'Amantes')

'Amar' empieza así: dos chiquillos sentados en una cama, pegadísimos; él le dice a ella: "Necesito respirarte". Fuerte, ¿verdad? Y termina con los amantes, tras una serie de tribulaciones, declarándose: "Yo soy tú". Sí, palabras exactas. Sin embargo, no crean que Esteban Crespo ha filmado una cosa poética y arrebatada, estúpidamente arrojada; no, todo es más pedestre y pueril, menos admirable por la ausencia de chaladura. Porque el director se toma en serio todo esto: por increíble que parezca, filma con gesto concentrado las escenas en las que los chavales 'parafrasean' a Miguel Ángel Martín y hacen ñacañaca en el ascensor con escafandras puestas y conectadas (para respirarse, suponemos) y no tirita al escuchar a sus intérpretes declamar diálogos como el que sigue... El protagonista a un vigilante de seguridad: "Busco a (tal) Llámele". Vigilante: "Es sólo para emergencias. ¿Cuál es la emergencia?". Protagonista: "¡Que se está follando a mi novia!".

Contado así apetece, ¿verdad? Anticipa uno el descacharre, pero, qué va, no hay desopilancia, no se juega sobre el alambre de lo ridículo. Que, por cierto, es algo que hacemos absolutamente todos en el primer amor, que dice Crespo que es lo que ha querido retratar aquí. Pues les digo una cosa: si alguien virgen en esto del amor ve 'Amar', dudo mucho de que le entren ganas de cruzarse con Cupido.