Uno lee la sinopsis de 'No dormirás' y la cosa apetece. Primero, porque nunca está de más que eso que se ha dado en llamar cine de género ocupe su parcelita en el Festival de Málaga (que, anoche, al fin y al cabo le dio su gran premio a un hombre que ha hecho fama y fortuna con los monstruos); segundo, porque algunas de mis películas favoritas analizan o, directamente, se zambullen en los estados alterados de la mente como viaje para hallar las verdades que discurren más allá de lo aparente. Aquí, en el filme de Gustavo Hernández, el insomnio es la herramienta que emplea un grupo de actores se despojen de ropas emocionales y prejuicios sociales y llegar a la esencia de los personajes de una obra de teatro. Precisamente, artes como el teatro y, claro, el cine, tratan de procurar también al espectador ese limbo, esa más o menos absoluta desconexión de lo físico, un estado alterado que nos acerque a una percepción más definitiva de las cosas. Bien, pues 'No dormirás' sólo altera la paciencia. Y, ojo, no sólo la mía (risas y aplausos tímidos en el patio de butacas cuando un palazo detiene la irrefrenable cháchara del villano).

Tengo un método sencillo para detectar, a los 5 minutos, si una película de terror, intriga o derivados, merecerá la pena o no: si cuando surge el primer sustillo, el que avisa del terreno que estamos pisando, notamos esos soniditos de fondo, susurros, ráfagas de piano preparado y golpecitos de volumen, la cosa, amigo, no nos va a llevar a ningún sitio bueno. Y en 'No Dormirás', en los primeros sesenta segundos de proyección, Hernández y su departamento de audio ya han exprimido un notable número de fuentes del banco de sonidos terroríficos con licencia Creative Commons. "Bueno", podría pensar el espectador, "No nos pongamos tan quisquillosos. Los géneros tienen sus convenciones, sus límites, y a veces atenerse a ellos puede traer momentos disfrutables, simpáticos; simplemente se trata de ajustar expectativas". Ajustémoslas, pues. Que no se diga que uno es inflexible...

Pero es que luego llega una actriz de Jaén que imita el acento argentino con el método Terelu Campos (ya saben: la cosa viene y va; al final, ha terminado creando un acento nuevo: el neogaditano), unos parlamentos que repiten hasta la extenuación frases más lápidas que lapidarias ("El miedo desgasta los colmillos" o algo así), personajes a la deriva en un sitio horrible abriendo sin cesar armarios y puertas a la luz de una vela para encontrar, convenientemente, documentos que van conformando el puzzle de la trama, un monstruito tipo Freddy Krueger pero al revés (recuerden: aparece en la vigilia, no en el sueño)... En fin, la cosa habitual.

El desnorte total llega con el final, que debe de ocupar como 30 minutos de la película: primero se apuesta por lo emocional y lo humanísimo tan del cine de terror español de recientes hornadas (tampoco es tan spoiler: si ven el cartel de 'No dormirás' comprobarán que tiene mucho del de 'El orfanato') y luego, ay, luego, volantazo hacia un segundo final y una coda, tras el consabido cartelito "Cinco meses después", ridículas. En realidad, es como varios finales: como si tras varios screenings de prueba para decidir el desenlace el realizador y el productor no hubieran sabido quedarse con uno. En fin, da igual: si uno ha llegado a esa altura quejarse sería como pedirle la hoja de reclamaciones a un trilero.