Yo pensaba que esos señores a los que se llaman (o se hacen llamar, ni idea) Los Compadres eran una cosa así como Los Javis pero en plan trianero y heterosexual. Pero, al final, tras ver 'El mundo es suyo', me doy cuenta de que son una variante de Los Morancos (geográficamente no andaba tan lejos) pero aceptada (a mí que me registren) no sólo por los círculos más populares (vamos, que tienen buena prensa: vaya, en eso también coinciden con Los Javis... No si va a ser que... Me callo). Y yo, qué quieren que les diga, en esto del humor sevillita mi referente sigue siendo Antonio Burgos.

Supongo que parte de esa crítica que se rinde ante los productos made in Alfonso Sánchez y Alberto López perorará sobre cómo su segunda película (No he visto 'El mundo es nuestro' y me temo que aunque sea la última película que quede en el catálogo de Netflix no lo haré) podría ser la importación de humoradas salidas del 'Saturday Night Live' tipo 'Movida en el Roxbury' (dos caricaturas más o menos absurdas) con mucho de 'Pineapple Express' (el thriller de la factoría Apatow que, como ésta, podría titularse '¡Jo, qué día!'). Son tendencia las comparaciones absurdas, así que no les extrañe ver alguna de ellas estos días. Yo iba a quedarme al final de los créditos a ver si figuraba Álvaro Sáenz de Heredia como director, pero empezó un videoclip con la canción de la película, una rumbita en plan gracioso, pero, vaya, me marché apresuradamente.

Antes de que saltara la musiquita, Alfonso o Alberto (no sé quién es quién, lo siento) pronuncia la última palabra del filme: "¡Ofú!". Y ahí sí que me sentí identificado, por fin. Habían sido casi 100 minutos largos de la menos recomendable de las astracanadas, la que no llega ni de lejos al límite de lo absurdo ni de la decencia, con una puesta en escena acartonada y sin desparpajo y con ese humor que no va más allá de tres o cuatro frasecitas repetidas ("Eso es así, compadre" y no sé qué del "enterismo" ad nauseam).

Como soy un sieso y no quiero que se fíen de mí en estos casos, siempre llevo listos un risómetro y un aplausómetro para trasladarles la reacción del respetable en el pase de prensa (con público). Y en el caso de 'El mundo es suyo' ninguno de los dos aparatejos detectó subidas destacables. Vamos, que allí no se rió (casi) ni Dios, cuando se esperaba el descojone, y los aplausitos de final de proyección sonaban más a cortesía. Eso es así, compadres.