El veinteañero Pedro Cruz protagonizó con 11 años su única película, "Ojos de madera", un cuento de fantasmas que ahora compite en el Festival de Málaga y cuyo director, Roberto Suárez, escribió para él, aunque, según confiesa el joven actor uruguayo, no sabe qué quiso contar.

"Le pregunté y no me explicó, sé que es un niño al que se le han muerto los padres y sus tíos lo adoptan y, desde ese momento, empieza a ver cosas", ha comentado el actor uruguayo en una rueda de prensa celebrada en el Teatro Cervantes.

"Ojos de madera" ha resultado tener tantas explicaciones como personas la han visto en el Festival; del entusiasmo de los que ven un homenaje a "Ángeles sin paraíso" (1963), de John Cassavetes, a la sinceridad de su protagonista, compartida por otros: "Me pareció muy buena, pero un poco aburrida y muy lenta".

"No sabía que iba a dividir la historia en seis actos, Roberto es más autor teatral, y creo que eso la hizo aún más lenta", apunta con toda franqueza este joven actor, que se queja sutilmente de la falta de trabajo para los actores en Uruguay, un país que, no obstante, va creciendo en producción cinematográfica y presencia en festivales.

"Ojos de madera" es un cuento de fantasmas creado a partir de la soledad de un niño.

Rodada en blanco y negro, a su creador le costó más de nueve años sacarla adelante, tantos, agrega Pedro Cruz, que hoy se le hace "raro" verla, aún cuando sólo la vio entera el año pasado, por primera vez, en Uruguay.

"Llegué al trabajo porque el director es amigo de mi papá; Roberto me vio nacer y pensó la película para mí. Para mí era un juego que duró 30 días, 12 horas cada día", recuerda.

Ambientada en un pueblo decadente, opresor y con un encanto familiar, la película muestra cómo Víctor, un niño pequeño, está inmerso en unas visiones que lo perturban, sin que falten los elementos circenses, los payasos de porcelana y los disfraces estrafalarios.

Los primeros elementos son un orfanato, unos padres adoptivos que recogen de allí a un niño grande, un cuarto donde la nueva madre le lee por las noches el cuento de Pinocho y una niña ciega, su única amiga y vecina que no le ve, pero le entiende.

Víctor no habla, lo que abre las especulaciones sobre una posible visión autista de sus terrores, después de haber perdido a los padres, y su peculiar modo de encarar el shock, incapaz de discernir entre el bien y el mal.

Esta mezcla de fantasía y realidad, que da un tono onírico a la cinta, ha rendido a los premios de la Asociación de Críticos del Uruguay como mejor ficción nacional, mejor fotografía, mejor dirección de arte, mejor música y mejor montaje, y ahora compite en Málaga por la Biznaga de Oro, que se entregará el sábado día 21