La veterana intérprete catalana, que durante los años setenta participó en grandes clásicos del cine español como La escopeta nacional, de Berlanga, Cría cuervos, de Saura, Retrato de familia, de Giménez-Rico o Mi querida señorita, de Jaime de Armiñán, recibió anoche en el Teatro Cervantes la Biznaga Ciudad del Paraíso

¿Cuáles son las diferencias entre hacer cine en los años sesenta y setenta y ahora?

La fundamental es la censura. Hice muchas películas de coproducción con Italia, pero eran todas películas del oeste y de agentes secretos que imitaban a James Bond. Hice muchos western, algo que me divertía mucho. Tenía 20 años y cuando eres joven que te lleven a caballo me parecía muy bien. Pero con los directores con los que me hubiera gustado trabajar, que eran Bertolucci o Marco Bellocchio, como eran comunistas, sus guiones jamás hubieran estado autorizados para que un productor español pudiese coproducir con ellos. Y eso mermaba muchísimo tus opciones en el cine europeo más interesante. No es como ahora, que cualquier actor o actriz española puede hacer una película

No había tanta libertad pero sí una creatividad más inteligente.

Claro. Había que buscar el símil de las cosas. Por ejemplo Carlos Saura es un experto en sortear la censura. O el mismo Berlanga, que hacía unas películas tremendas como El verdugo y que pasaban la censura porque los censores no se enteraban de lo que les estaban contando. Pero ellos son una excepción. Había buenísimos directores como Saura y Berlanga, pero la mayoría del cine era muy mediocre, la verdad. Había cine bueno pero había mucho cine familiar e inocente, que era el que tocaba en la época. Luego llegó el destape con Alfredo Landa corriendo detrás de unas chicas en sujetador. Pero independientemente de estos cineastas que he nombrado de aquellos años, creo que la época actual es mejor. Se tienen una oportunidades que nosotros no tuvimos. Entonces era impensable que un actor español pudiera trabajar en el extranjero. Paco Rabal y Fernando Rey fueron una excepción.

Películas fundamentales en la historia de nuestro cine, como Mi querida señorita, Cría Cuervos, Retrato de familia o La escopeta nacional.

Desde luego que es una suerte haber formado parte de películas que quedarán en la historia de cine. Estas a las que hace referencia siempre saldrán a relucir. Lo que quiere decir que de alguna manera quedaré en la memoria de los cinéfilos del futuro porque siempre irán viendo estas películas.

Asegura que a veces se sintió un poco maltratada por el cine.

Sí. Porque al final me encasillaron muchísimo. A partir de esta época de la que hemos hablado, no sé la razón siempre me llamaban para hacer personajes basados en el aspecto físico de una señora elegante y de carácter. Pero no de carácter en negativo sino de que no eres gilipollas. Con personalidad. Y en mi época, este tipo de mujeres con personalidad siempre han dado un poco de miedo. De hecho, un gran director, que no pienso nombrar, me dijo que le daba miedo. Y pensé que era algo fatal porque nunca trabajaría con él. Y en ese tipo me encasillaron. Y siempre me buscan para papeles de mujer distante y que produce respeto.

¿Y no está bien sentir que su inteligencia asustaba a los hombres? ¿Es toda una victoria si tenemos en cuenta que en aquellos años el machismo campaba a sus anchas?

Sí. Personalmente lo siento así porque supongo que me ha librado de mucho idiota. Eso seguro. En mi profesión no he tenido ninguna molestia. Aunque sí en mi vida personal, en la que algún imbécil alguna vez se equivocó durante treinta segundos. Porque al segundo treinta y uno le habría cortado el cuello. Pero profesionalmente no es algo bueno. Porque a los actores nos gusta hacer cosas distintas y tener oportunidades para, como le pasa a Meryl Streep, hacer desde Mamma mia a una monja mala.

Ahora sí que se reivindica el papel de la mujer en el cine para acabar con estas injusticias.

Mucho me parece que hemos tardado. Yo he sido siempre progresista nunca he ocultado en mi vida que las cosas tenían que cambiar y que las mujeres teníamos unos derechos que no se nos daban en aquellos años. Lo que pasa es que como colectivo, creo que hemos tardado demasiado. Ahora me parece que no hay vuelta atrás y espero que las mujeres no demos un paso atrás. Porque es ahora o nunca.