Me gusta, mucho, que existan películas como 'Asamblea'. Entre tanta perorata de columnista, escritor o cineasta más o menos avezado que se arroga la capacidad de radiografiar la realidad española o metaforizar su actualidad, aquí tenemos a un señor, Álex Montoya, que, en menos de 80 minutos, habla de muchísimas cosas sobre nosotros mismos pero sin hablar, en realidad, de nada en concreto.

Es como ese concierto que ha reunido a los protagonistas de la asamblea que da título a película, un mcguffin de los buenos, de los que tienen sentido mucho más allá de vacilar al espectador: ¿Qué es? ¿De qué va? Al final, como suele ocurrir, a ninguno de los personajes les importa en realidad el motivo por el que acuden a la enésima reunión: sus luchas, íntimas, personales, van por otro camino, y a ellas han arrastrado, suavemente, con mucho off, con matices y detalles que justifican nuevos visionados.

Para lograrlo, Montoya cuenta con la complicidad de un reparto más que solvente, capitaneado por Francesc Garrido, Cristina Plazas, Greta Fernández y Jordi Aguilar, aportando todos una composición hábil y natural de sus respectivos personajes, sabiendo alejarlos de los arquetipos en que se basan.

Todos confían en la inteligencia de Montoya, porque hay que ser un tipo perspicaz y valiente para alejarse voluntariamente de un clímax que justificaría los 80 minutos de metraje para el espectador más cómodo y casual y cerrar sin final una historia que tampoco tuvo principio.