Usted es debutante en el largometraje. ¿Qué sintió cuando recibió la llamada del Festival de Málaga comunicándole que su filme había sido elegido para la Sección Oficial?

Me siento realmente muy honrada. Hacer cine es una tarea titánica, pero lo hacemos para poder encontrarnos con el público, para iniciar un diálogo, y estar en el Festival nos lo permite.

¿De dónde surge El despertar de las hormigas?

De ver a las mujeres de mi familia, que todas se entregan de lleno a su familia, que siempre están ahí para los demás. Me preguntaba si esa era la única forma de amar y si ese amor no condenaba un poco su realización personal. Quería cuestionar el amor maternal, desprenderlo de los machismos asociados a esa entrega absoluta, y plantear un personaje femenino que descubre cómo cortar con los patrones, con las exigencias ajenas y que a través de una revolución lenta y silenciosa se desprende de esas costumbres traicioneras.

¿Es la suya una película feminista?

Durante la postproducción de la película, que se hizo en España, me quedé con un sevillano que me decía que su mujer y abogada «feministas» le habían quitado el derecho a la custodia compartida de su hijo. Tuvimos una hermosa conversación sobre el feminismo, y a lo que realmente ambiciona. El cine lo hago desde ese mismo lugar, desde lo más personal e íntimo donde a través de la reflexión y el diálogo busco abrir perspectivas, conocer gente y compartir.

En su filme la tensión contenida de la protagonista es clave. ¿Cómo llegó a la conclusión de que ésa era la mejor manera de contar la historia?

Cuando nos enfrentamos a un problema, media lo que creemos o queremos, lo que los demás esperan de nosotros y lo que nosotros creemos que los demás esperan de nosotros. Isabel, a pesar de estar acostumbrada a pensar y ser para los demás, tiene que decidir por y para ella. Los cambios normalmente se dan poco a poco, a pasitos de hormiga. El filme sigue ese proceso de transformación.