Lo fácil es hacer una película sobre el amor o el desamor, sobre enamorarte o desenamorarte; lo verdaderamente difícil es desarrollar una historia sobre la relación, la parte logística de una pareja, la menos agraciada pero de las verdaderamente fundamentales para sostener el sentimiento. Y lo es porque este enfoque obliga a la mirada atenta, perspicaz y paciente, a despreciar la épica sentimental, los grandes gestos y a centrarse en la convivencia y el entendimiento entre dos personas en sus momentos domésticos. Sí, es más difícil hablar de amor cuando uno está filmando a dos personas en pijama, ojerosas y despeinadas. Pero precisamente ésa parece ser la especialidad de Carlos Marqués-Marcet, que en 'Los días que vendrán' cierra una especie de trilogía sobre la pareja que inició en la celebrada '10.000 km' y continuó en la poco vista 'Tierra firme'.

Poco me importa que la película esté protagonizada por una pareja en la vida real pero que no se interpreta a sí misma, que el realizador les haya 'perseguido' durante su gestación real o que se hayan incluido vídeos reales del embarazo de la madre de ella. En serio, aquí ese juego entre la realidad y la ficción no ofrece demasiado sobre lo que reflexionar; lo interesante es que lo que vemos, sea real o ficción, es genuino, verdadero. 'Los días que vendrán' escruta con aparentes naturalidad y espontaneidad nueve meses en la vida de dos personas embarcadas sin quererlo en un proceso radicalmente transformador de ellos mismos y de su relación, y lo hace sin dejar rincón por barrer.

La mirada no es complaciente ni tampoco distanciada; el director sabe cómo situarse en cada momento de la historia para que no nos sintamos voyeurs sino cómplices y se preocupa por que no nos decantemos por ningún personaje (que muchas veces esto de las relaciones queda reducido a un partido de fútbol o un debate electoral). En definitiva, Marqués-Marcet mantiene las tres cualidades que elevaron '10.000 km' por encima de la mayoría de los estrenos nacionales de su temporada: inteligencia, sentido y sensibilidad. Cualidades que siguen siendo caras de ver en buena parte del cine español.