¿Le gustaría convertirse en biznaguera?

¿Biznaguera?

Así se les llama a los que tienen varias Biznagas...

Bueno, en el momento en el que el Festival escoge una película todos optamos a eso. Pero yo lo que quiero es que la gente vea la película, que la entiendan y que les guste. Y que de aquí llegue a las salas y la vea todo el mundo. Creo que los festivales lo que hacen es impulsar un tipo de cine al que es más difícil acceder de otra manera. Creo que Málaga promueve un cine más comercial junto a otro de autor. Por mi experiencia con Techo y comida, creo que este festival fue el mejor sitio donde pudimos estrenarla. A raíz de aquí la película llegó a muchísima gente. Y espero que esta película también tenga una buena acogida.

Siempre ha reconocido ser una persona muy tímida y en este filme encarna a una chica que padece agorafobia. ¿Ha utilizado resortes personales de su timidez para componer a su personaje?

Lo soy. Y la agorafobia sí que tiene que ver con el miedo a enfrentarte a situaciones que no controlas. La timidez te hace encerrarte e incluso tener problemas sociales. No lo había pensado, pero sí que hay muchas cosas de este personaje que conectan conmigo. Más de las que me gustaría admitir.

Resulta muy curioso que siendo una persona tímida su profesión sea la de actriz.

Ya, yo pienso lo mismo. Pero conociendo a más actores me he dado cuenta de que es así: o eres súper tímido o súper extrovertido. No hay un término medio. Yo comencé en la interpretación en el instituto para romper un poco con esa timidez. A veces era incapaz de incluso acercarme a la barra a pedir un refresco, tenía que pedirlo la persona que tenía al lado. Era una cosa que no podía ni explicar. Y empecé a dar clases de teatro intentando romper esa timidez, conocer a otra gente y exponerme. Al principio me daba un vértigo absoluto. Pero el día que me subí al escenario para hacer la función de fin de curso, Natalia no estaba. Y de repente encontré un lugar en el que no tenía esos miedos y esos problemas de expresión. Y eso es lo que me gusta de mi profesión, que me permite meterme en otras pieles, entender a otras personas y explorar cosas que de otra manera nunca haría. Me ha servido como terapia.

También ha roto la maldición del premiado en los Goya, ya que en su caso el teléfono no ha dejado de sonar.

Al final, creo que la maldición puede estar en la profesión en general. Porque lo mismo un día estás trabajando y al siguiente no. Y da igual que te hayan dado cuatro premios o que no te hayan dado ninguno. Es algo que asumimos todos los que nos dedicamos a esto: esta profesión es como una montaña rusa. Yo debo decir que me siento afortunada y estoy encantada con la carrera que estoy llevando. Aunque sí que a veces noto más la presión a la hora de hacer cosas. Intento que no me influya a la hora de seguir arriesgándome a hacer proyectos. Quiero que esa presión inconsciente que te da la experiencia o los reconocimientos no me haga ponerme un perímetro y seguir tirándome a la piscina. Porque creo que tengo muchas cosas aún por vivir, aprender y experimentar.

Pronto la veremos en Elisa y Marcela

La realidad es que Isabel [Coixet] lleva diez años intentando hacer esta película. Y hasta que ha llegado Netflix no ha podido hacerla. Y lo mismo le pasaba a Alfonso Cuarón con Roma. Todo lo nuevo al principio nos da miedo y hace que nos nazca ese lado conservador de protección. Pero yo he nacido en una generación en la que las tecnologías forman parte de nuestro día a día. No tengo duda de que las salas de cine van a seguir existiendo. Y creo que las plataformas están acercando al público un tipo de cine que no llega a las salas.

Elisa y Marcela rescata la historia del primer matrimonio entre dos mujeres en España. ¿Cree que el cine requiere de más miradas de mujeres?Elisa y Marcela

Totalmente. Desde muy pequeña tengo muy interiorizada la lucha de las mujeres. De lo que tenemos que luchar para poder acercarnos a muchos de los privilegios que los hombres tienen por el simple hecho de nacer hombre. Soy feminista desde siempre. Y me hace gracia que ahora parece que a la gente le da miedo decir que es feminista, cuando de lo que se habla es de que somos iguales. Se está tergiversando el concepto y lo tomas casi como si feminista fuera un insulto.