A la actriz argentina Cecilia Roth se le venían ayer infinitos recuerdos a su cabeza con motivo del Premio Retrospectiva que recibió por parte del Festival de Málaga. La intérprete de numerosos filmes de Pedro Almodóvar, incluidos Todo sobre mi madre, que le valió su segundo Goya en el año 2000 -dos años antes logró otro por su trabajo en Martin (Hache)- y la recién estrenada Dolor y gloria, asegura sentirse muy afortunada de haber estado «en el momento indicado y en el lugar indicado para poder haber hecho muchas de las películas» que tiene en el recuerdo.

¿Se le han agolpado muchos recuerdos con la concesión de este Premio Retrospectiva del Festival de Málaga?

¡Uf! Sí, demasiados. Es como recordar tu propia vida entera. Porque yo no tengo muy separada mi vida profesional de mi vida personal. Cada una de las películas que he hecho me han cambiado la vida y estos personajes e historias han servido de bisagra hacia otros momentos de mi vida.

Por tanto habrá vivido en el cine momentos dichosos y otros más duros...

Sin duda. Por un lado he tenido una enorme suerte, y es algo que agradezco enormemente, de estar en el momento indicado y en el lugar indicado para poder haber hecho muchas de las películas que tengo en el recuerdo. Y luego he vivido momentos en los que, como le pasa a todos los actores y actrices, no tienes un proyecto cercano y en los que sientes que tu carrera se ha acabado y que no vas a trabajar nunca más. Esa es una inseguridad que tenemos todos, aunque es un poco lógica, porque este es un trabajo intermitente. No hay una continuidad ni tienes que fichar todos los días. Esa sorpresa que te da recibir un proyecto, una propuesta nueva, cuando estás en un momento así, te hace ser la persona más feliz del mundo.

Su trayectoria es un reflejo vivo del puente entre el cine latinoamericano y el español. ¿Cree que somos más iguales que diferentes?

Siento que lo que hay entre España y Argentina es un puente absolutamente permanente. Para mí es igual trabajar en un lugar y en otro. Diría que el cine en sí mismo es un país, trabajes donde trabajes. En mi oficio es como vivir en ambos países.

Ha trabajado en muchas películas de Pedro Almodóvar, también en la última, Dolor y gloria. ¿Lo considera una de las columnas de su carrera cinematográfica?

Y de mi vida también. Él cambió muchos momentos de mi vida, y no solo con Todo sobre mi madre, que fue lo más evidente, sino desde siempre, desde Pepi, Luci y Bom. Pedro es un referente, un artista sumamente importante a nivel mundial. Hay muy pocos como él en el mundo del cine. Es un autor honesto con su vida e historia personal y posee una gran capacidad de vincular su propia experiencia vital con su trabajo. Su arte ha sido y es una referencia para mí.

Antonio Banderas asegura que a Almodóvar no se le puede engañar, que rápidamente capta los trucos de los actores y los desmonta. ¿Es duro trabajar con él?

Yo siempre he tenido experiencias maravillosas con Pedro, y alguna vez, obviamente, hemos tenido alguna situación de desenfoque. Porque es normal, somos seres humanos y alguna ves puedes desconcentrarte. Pero sí, te lo pilla todo. Pero con Pedro, y también en general, me entrego y me entrego. Además, me encanta que me dirijan, no me gusta autodirijirme. Prefiero que me lleven, como a un violín en una orquesta, por caminos que ni yo misma sabía que podía ir. Pedro tiene esa capacidad de encontrar en ti lo que ni siquiera tú sabes que tienes. Y si te abandonas es un lujo: es la sensación de escalar una montaña que pensabas que nunca escalarías y que ni siquiera conoces.

¿Sintió que podía comerse el mundo tras ganar el Goya en 1998 por Martín (Hache) y dos años después lograrlo por Todo sobre mi madre?

¡Ay, no, no! Eso es una fantasía del otro. Del que observa y no del que la vive. Primero porque creo que nadie puede comerse el mundo, ya que en todo caso es el mundo el que te come a ti. No, no pensaba ni sentía eso. Estaba con un niño recién nacido y, además, mi vida personal es rica. No me pasa nada por el éxito.

Pero hay que tener la cabeza muy bien amueblada para recibir todo tipo de elogios y galardones y no despegar los pies del suelo.

Sí, pero nunca me lo he tenido creído. En ese sentido soy muy pudorosa, la verdad. Y por otro lado siempre he tenido los pies muy en el suelo. Tengo la sensación de que soy tan buena como todo el mundo y tan normal y parecida a todos lo demás. Si uno se despega de todo eso y comienza a tener una vida apartada de la realidad incluso puede dejar de actuar bien. Porque no existe la posibilidad de ser actor si no está mezclado con el mundo, la gente y lo que pasa todos los días.

¿No cree que la reclamación de la igualdad entre hombres y mujeres debería ser algo ya superado por la sociedad?

Totalmente. Pero es que, además, vivimos en un mundo en retroceso. Algo muy duro y muy triste al mismo tiempo. Recuerdo que en los años ochenta creía que la llegada del año 2000 sería la gloria. Y lo cierto es que hemos retrocedido muchísimo. Ha retrocedido el mundo entero y cada país en particular. Creo que pedir que ahora se aplique la ley del aborto del año 85 es un retroceso brutal.

¿Las plataformas digitales están acabando con la asistencia a las salas?

No lo sé. Pero sería terrible que se perdiera ese ritual mágico de acudir al cine, meterte en la pantalla y que la pantalla se meta dentro de ti. Las plataformas digitales han reducido esto, a mi entender, pero también soy consumidora de Netflix. Porque el mundo se transforma y uno se transforma inevitablemente con él. Pero ojalá que no se pierda nunca. Porque las nuevas generaciones se perderían algo maravilloso y único.