"Sabemos a qué hora del día se conecta nuestro cliente, cuánto tiempo pasa en la plataforma, sabemos qué vio antes y qué después; incluso sabemos si lo hizo desde el ordenador, desde una tablet o el móvil. Tenemos mucha información». Son palabras de Todd Yellin, vicepresidente de producto de Netflix. Vale. Bien. Supongo que entonces el dichoso algoritmo de recomendaciones del gigante del streaming jamás me habría sugerido algo como A pesar de todo, a Netflix original(original en su acepción anglo de producto propio, claro, porque, y me anticipo, aquí de originalidad cerito) porque sería para cancelar la suscripción inmediatamente.

Y eso que la cosa no empieza mal del todo: el tono amargo, ocre, con algo de mala leche y juguetón de las primeras escenas, con ese cuarteto de actrices que driblan sus roles habituales, puede llegar a hacer tilín. Evidentemente, uno sabe que la cosa no seguirá por ese camino, que la disfuncionalidad de esa familia no será llevada a sus últimas consecuencias y que todo terminará discurriendo, como dicen los guiris, by the numbers (en este caso, by the algorithms).

Ojo, que yo no tengo nada en contra de los crowd-pleasers, de las películas que buscan satisfacer con las trampas justas y las costuras más o menos bien disimuladas; muchas veces el dejarse mecer por un relato que sabes exactamente cómo y dónde te va a llevar resulta un masaje excepcional. Son, en la feliz expresión de mi mujer, «películas para ver con un solo ojo».

Pero la cinta de Gabriela Tagliavini se despeña tanto que el previsible pasteleo del tramo final, cuando la banda sonora sustituye los típicos pizzicatos pizpiretos de las escenas traviesas de teleseries tipo 'Mujeres desesperada's por el piano romántico de rollos como Anatomía de Grey, acaba estomagando. Y luego está esa escena final, tan terriblemente filmada y montada que parece, de verdad, un vídeo amateur. Y yo por ahí, no: porque si el futuro del audiovisual pasa por cutreríos como ése...

En resumidas cuentas, yo para esto, ni Netflix ni nada, me quedo con mis telefilmes alemanes de la sobremesa del fin de semana, correctos y aseados masajes que me concedo de tanto en tanto.