Alberto Ammann interpreta al villano protagonista de El silencio del cazador, un thriller dramático argentino dirigido por Martín Desalvo, quien ha utilizado elementos del western en esta historia que se desarrolla en la selva de Misiones. «El western era algo consciente desde el armado del proyecto, en la escritura del guion, porque me gusta explorar con una mirada personal pero con componentes clásicos de género», afirmó en rueda de prensa telemática desde Argentina el director, que presentó ayer su película en la sección oficial del Festival de Cine en Español de Málaga.

En este caso, cambian «el lejano oeste por la selva misionera, pero hemos trabajado con el western, buscando la veracidad y respetando la construcción de los personajes. El director argentino quería también ofrecer «una mirada sobre el conflicto ecológico, algo que está pendiente de tratar de verdad y de profundizar en serio», porque «hay que salir de la mirada que tenemos quienes vivimos en las grandes ciudades, un tanto edulcorada, sobre la cuestión ecológica». Al mismo tiempo, la película es «una parábola sobre la mala utilización de la humanidad sobre los recursos naturales, y cómo el enfrentamiento entre seres humanos puede traer este tipo de desastres que estamos viendo». «Los conflictos ancestrales y sociales y la actitud de macho, de creerse dueño de la naturaleza o del cuerpo de un animal, en general no terminan bien y nos llevan a un mundo cada vez más complicado», añadió Desalvo.

Por su parte, Alberto Ammann vio en su personaje al «villano de la película», con elementos que los «humanizan», aunque es un hombre que, «por tener poder, se cree dueño de otra persona» (el personaje interpretado por Mora Recalde) y que tiene una forma particular de «relacionarse con el medio ambiente, con lo que considera su casa». «Hay un asunto de fondo, que es la falta de capacidad de evolucionar que tenemos en muchas ocasiones. Mi personaje no puede soltar algo que cree que le pertenece», señaló.

Su adversario en la pantalla es interpretado por Pablo Echarri, que resaltó la «estructura realmente sólida» y la «contundencia importante»del guion: «Veía el western de entrada, con unos personajes muy bien delineados, actitudes heroicas en todos y cada uno con su razón», señaló Echarri, para quien una de las claves del libreto es «la lucha de clases", con «un hijo de un colono rico de la zona enfrentado desde temprana edad y con un nivel de resentimiento en el tiempo», y en el caso de su personaje, tras el «acto honesto de cuidar la naturaleza se translucía un enfrentamiento muy rancio».