El Premio Retrospectiva del Festival de Cine en Español de Málaga ha cruzado el charco, en esta edición, para abrazar el infinito legado cinematográfico que inició por herencia paterna Arturo Ripstein, quien no oculta que su aterrizaje en el séptimo arte obedecía en gran medida a su deseo de «ser otro».

Este homenaje ha trazado una oportunidad para surcar las seis décadas de trayectoria, de un océano a otro, que abarca la mirada de este director -incluso actor- mejicano que se encontró en su punto de partida con Luis Buñuel, Gabriel García Márquez o Carlos Fuentes. Ahí es poco. Un comienzo para recordar, para empezar a tirar del hilo al abordar una filmografía como la suya, que brilló en la jornada de ayer del certamen malagueño con el apoyo tecnológico al que obliga la pandemia amenazante.

A juego con los tiempos que corren, Ripstein llegó a referirse a su «larga colección de mascarillas». «Aquí en Méjico estamos en una situación muy compleja, como en todo el mundo, y llevamos 160 días encerrados, todo se vuelve muy extraño; el tiempo desaparece, ni siquiera es como cuando estás en la cárcel y dices ya es un día menos, todos los días son martes, nos hemos vuelto martesinos incluso marcianos», aseguró Arturo Ripstein a la misma hora en la que allí empezaba un día allí y aquí el reloj atravesaba las cinco de la tarde de un tórrido agosto que desafía la ley de la gravedad que decreta el coronavirus.

Pese a todo, pese a la distancia y las pantallas mediantes, Ripstein reflexionó con sinceridad en una batalla en la que la diplomacia se dejó vencer por la emoción: «Recibir un reconocimiento como este es un honor y me hubiera encantado estar en Málaga, que me encanta, es una pena no acompañaros, que te den una biznaga es como decir qué mas puede uno pedir», subrayó con elegancia.

En un encuentro virtual conducido por el anfitrión habitual, Juan Antonio Vigar, el incombustible cineasta se transportó al principio de todo, al influjo involuntario de un padre que era productor de cine: «A mi papá, que me había llevado desde siempre a los rodajes y a los estudios, le dio una especie de ataque, como si yo fuera a ser traficante de drogas o de prostitutas, cuando le dije que iba a dedicarme a este oficio», enfatizó en un viaje al pasado Arturo Ripstein.

Su oratoria se apoderó de la intervención hasta el punto que, el envase de la pantalla pasó a una segunda fila: «Las carreras en el cine no sólo se hacen con el talento, también con la buena suerte y por eso me he mantenido tantos años».

Asimismo, Ripstein desgranó frases propias de un decálogo sobre el séptimo arte: «Narro porque algunas cosas me dan miedo». O viaja a la esencia de todo: «Yo también quise ser otro, no el que está aquí sentado». A su juicio, «las películas de pueden hacer sin actores o sin dinero, pero nunca sin cámara». Esta frase certifica de su amor tenaz al cine.