Qué pasa con que sea una obra de teatro

Crítica de 'La piel en llamas', de David Martín-Porras

Una imagen de 'La piel en llamas'

Una imagen de 'La piel en llamas' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Película: La piel en llamas

Dirección: David Martín Porras

Intérpretes: Óscar Jaenada, Fernando Tejero, Ella Kweku, Lidia Nene.

Qué manía con que no se note que las películas basadas en obras de teatro son películas basadas en obras de teatro. Empieza 'La piel en llamas' y David Martín Porras, su director, parece más preocupado por aplicar soluciones audiovisuales más o menos abracadabrantes, planos demasiado estilizados, forzados que en plantar a los personajes y desarrollar sus conflictos. Y no se trata de poner una cámara inmóvil y desapasionada para que unos pocos intérpretes declamen sus blablablás, pero tampoco de imponerse como realizador por encima de la palabra, el sustento básico de una pieza escénica como la de Guillem Clau.

O sea que sobra manierismo y falta contundencia en esta historia que tiene enjundia, verdades perturbadoras y preguntas incómodas sobre la naturaleza depredadora pero con disfraz buenista del 'mundo desarrollado' que 'democratiza' a los 'salvajes', sobre el poder de la imagen para construir falsos iconos para, de fondo, diseñar tejemanejes políticos y económicos y sobre la responsabilidad de la prensa en todo este embrollo. No ayudan, desde luego, las desiguales actuaciones del elenco: Óscar Jaenada da el tipo y lo mantiene pero Fernando Tejero carga demasiado las tintas; ellas, Ella Kweku y Lidia Nene, en cambio, no soportan el peso de sus roles, también los menos escritos por aquello del enigma, el misterio de sus peripecias (el corazón dramático del filme).

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