Crítica

La fatiga del miedo

Reseña de 'Llegaron de noche', de Imanol Uribe, en la Sección Oficial del Festival

Juana Acosta e Imanol Uribe, en el rodaje del filme

Juana Acosta e Imanol Uribe, en el rodaje del filme / La Opinión

Eduardo Parra

Dirección: Imanol Uribe

Guión: Daniel Cebrián

Intérpretes: Juana Acosta, Karra Elejalde, Carmelo Gómez, Angel Bonanni, Harlys Becerra, Gerald B. Filmore, Christian Esquivel, Rodrigo Villagrán, Ivan Gisbert, Manu Fullola

'Llegaron de noche' es la historia de Lucía (Juana Acosta), el testimonio real de la única testigo en el crimen de los Jesuitas en El Salvador y de su indagación por recomponer todo lo sucedido en aquella noche en la que su vida y la de su familia cambió para siempre. La mirada de Imanol Uribe a estos acontecimientos, siempre ligada a la realidad y a eso que llamamos 'relato social', se centra en esta ocasión en un suceso que lo marco de niño en El Salvador de 1989 durante la Guerra Civil.

El cine de Uribe tiene muchas cosas interesantes, entre ellas cómo representa narrativa y visualmente el trato que la realidad impone a diferentes sujetos en polos opuestos del mismo conflicto; un recurso certero con el que nos contó historias como 'El proceso de Burgos', 'Días contados', 'Lejos del mar' o 'Bwana'. Pero también ,el director nacido en El Salvador y criado en Guipuzcoa, posee en su filmografía destellos de brillantez en su acercamiento a universos donde la violencia y la incomprensión radican invisiblemente en las entrañas de sus personajes como 'La muerte de Mikel', 'Plenilunio' o 'La luna negra'. En 'Llegaron de noche' Uribe se acerca a un relato de carácter histórico, el asesinato de un grupo de jesuitas en el Salvador, e interés universal, como es la injusticia y la deshumanización de las minorías a favor de un ideal político. El director aporta una mirada templada, en comparación con los hechos narrados y su transcendencia político-socia. El gran acierto de Llegaron de noche es el de contarnos este viaje a lo amenazante a través de los ojos de Lucía, o sea, los de Juana Acosta, que debería consagrarse aquí como una de las mejores actrices de su generación.

Los escasas decisiones que nublan el relato de Uribe, como pueden ser la de ensombrecer núcleos de relevancia e interés para el espectador como el trasfondo de ciertos personajes (la presencia norteamericana queda poco aclarada y su siempre presente deshumanización ante lo que ocurre hace de sus personajes clichés) y la necesidad de distintos puntos de vista del mismo hecho (una oportunidad que en filmes de este tipo motorizan con más dinamismo a la obra), no logran lastrar el filme como thriller político, ni reducir el interés de lo que se cuenta gracias a un esfuerzo repleto de veracidad y compromiso con el que su reparto se enfrenta a este testimonio cinematográfico sobre la huida de la verdad como forma de supervivencia.

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