Crítica

Esperando mientras esperan a Dalí

Reseña de 'Esperando a Dalí', en Málaga Premiere

Iván Massagué y José García, en 'Esperando a Dalí'

Iván Massagué y José García, en 'Esperando a Dalí' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

ESPERANDO A DALÍ

Dirección y guión: David Pujol

Reparto: José García, Ivan Massagué, Clara Ponsot, Nicolas Cazalé, Pol López, Paco Tous, José Ángel Egido, Vicky Peña, Varvara Borodina, Francesc Ferrer

Hay un adjetivo que me pone de los nervios cuando se aplica a una canción, una película o cualquier manifestación artística: 'delicioso'. Es como llamar a una persona 'entrañable': quieres expresar tu agrado pero, en realidad, supongo que no te das cuenta, estás empleando la palabra más rancia y ñoña de todo el diccionario. No estará de acuerdo conmigo David Pujol, quien sostiene que «al cine no se va a sufrir sino a disfrutar» y pone como ejemplos 'La vida es bella' y 'El cartero y Pablo Neruda'. Situados ya ambos, el que suscribe y el director y guionista, en extremos casi opuestos, hablemos de 'Esperando a Dalí'. 

Pujol tiene entre manos una historia de ésas de un pueblo como pequeño edén que motiva nuestros sueños (aquí, el de un chef ultracompetitivo que encuentra en Cadaqués y su mar el norte para su particular concepto gastronómico), habitado por personajes más que pintorescos (el primero y más grande, el Salvador Dalí al que alude el propio título de la cinta); vamos, el back to basics de toda la vida pero aquí con aroma a suquet.

Comienza con brío, estupendamente el filme. El mar brilla, me gusta mucho la música de Pascal Comelade (Pujol acierta al escoger al compositor para determinar el tono exacto de la película que quiere hacer) y todo tiene un aire inocentón, casi tintinesco de alguna extraña manera.

Pero demasiado pronto se le va de las manos al director ya desde el guión, porque no sabe construir con los prometedores mimbres algo de entidad: los personajes no evolucionan con los acontecimientos, la historia de amor es forzadísima, el conflicto entre libertad y tardofranquismo (la cinta está ambientada en los últimos años de la dictadura) se plantea de manera pueril y tramposa (ay, esos guardias civiles con acento andaluz...) y, al final, tan cansino se hace todo (114 minutos dura la cosa) que la obsesión del dueño de El Surreal por que Dalí se siente a cenar en una de sus mesas nos termina importando un bledo y medio. Así que, sí, supongo que podríamos decir que 'Esperando a Dalí' podría ser considerada una película deliciosa.