Premio Málaga

Blanca Portillo: «Veo un piloto rojo y me asusto: la cámara entra hasta el fondo»

La actriz madrileña ha recibido el Premio Málaga por una carrera entre el teatro, el cine y la televisión marcada por la autoexigencia

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Cuando se le pregunta por su trabajo como actriz, pero también como directora y productora teatral, Blanca Portillo suele responder: «Hay que agitar las conciencias, no solamente criticar al poder, los espectadores deben salir removidos, hay que mover el suelo». Ayer, esta «enferma del teatro», según propia confesión, pero también una apasionada del cine y la televisión vivió su gran jornada en el Festival de Málaga, que la coronó con su Premio Málaga, su distinción total. Ha sido esta noche, con la colaboración de grandes amigos y compañeros de la intérprete, como Asier Etxeandía y, muy especialmente, la directora Gracia Querejeta.

Después de ocupar dos días las tablas del Teatro del Soho-CaixaBank representando el monólogo de Juan Mayorga, 'Silencio', Portillo se interpretó ayer a sí misma, la profesional con una autoexigencia que llega a niveles preocupantes. «Conforme ha avanzado mi carrera no he ganado en confianza sino en pánico. Me siento asustada cuando voy a afrontar cualquier proyecto. Da igual en el teatro, en el cine o en la televisión, me siento igual de incómoda en todas partes. Veo un piloto rojo y me asusto: la cámara no es un espectador que está a unos metros, sino que entra hasta el fondo. La verdad es que mis niveles de pánico han llegado a unas cotas que tendría que mirarlas un médico», confesó la madrileña. 

La intérprete solo encuentra una manera de vencer su miedo cada vez que se pone a la tarea: «He intentado poner a la cámara de mi parte con honestidad, siendo siempre lo más honesta posible porque cuando no lo eres canta 'La Traviata', se ve todo».

Personajes

Dos personajes han marcado la trayectoria más popular de Blanca Portillo. Por un lado, su Carlota de '7 vidas', porque, como suele ocurrir, el rostro de la actriz se hizo popular gracias a la televisión: 'Cuéntame cómo pasó', 'Acusados', 'Niños robados', 'El chiringuito de Pepe', 'Sé quién eres', 'Ellas' o 'Promesas de arena' pero reconoce que muchos años después, más de veinte, bastantes aún todavía la siguen llamando Carlota por la calle. Y es que participar con un papel tan apetecible en la primera sitcom made in Spain marca.

El otro rol fundamental de su carrera ha sido, sin duda, el de Maixabel en la cinta homónima de Icíar Bollaín sobre la viuda de un asesinado por ETA. «Esa película no fue sólo un trabajo profesional sino también un viaje vital, íntimo y personal. Conocer a Maixabel y a su familia... Ella es una mujer maravillosa. Dicen que somos una especie de extrañas hermanas», contó ayer Portillo. 

Un reconocimiento como el Premio Málaga ha servido para que estos días la intérprete haya echado una mirada al retrovisor, a los recuerdos de su carrera, a reafirmarse en la inevitable decisión que cambió su vida: «De pequeños, en mi casa nos dedicábamos a jugar a los personajes y crear historias en la oscuridad. Creo que fue un entrenamiento del que yo no era consciente», recordó. Una vez comenzó a formarse en la interpretación, concluyó que había encontrado su verdadera, su única vocación: «Yo ya no quiero hacer otra cosa, me dije entonces». 

Almodóvar

Y en eso sigue, haciendo camino junto a otros talentos que confían en ella. Como, por ejemplo, Pedro Almodóvar, con quien colaboró en 'Los abrazos rotos' y 'Volver'. «Fui inmensamente feliz trabajando con él. Pedro busca, exige y tiene una sensibilidad muy especial. Detecta muy bien lo que te está pasando por dentro, no deja cabos sueltos y construye los personajes muy bien. Con él he podido desarrollarme y crecer como actriz, y he tenido el privilegio de verle dirigir, crear, como si estás al lado de Picasso y le ves pintar, es estar junto a un genio», afirmó ayer la actriz.

También recordó Portillo otro de sus trabajos más destacados en la gran pantalla: cuando incorporó a un hombre, Fray Emilio Bocanegra, en 'Alatriste'. «Fue un hombre [el director del filme, Agustín Díaz Yanes] el que decidió que el personaje lo hiciera una mujer, ésa es la valentía. La verdad es que cuando me vi vestida de Fray Emilio fue duro, y ahí estuvo Viggo Mortensen [el protagonista de la película] cuidando de mí como no me ha cuidado nadie en la vida», rememoró ayer la madrileña.

Esta noche, en vaqueros, zapatillas y con camiseta blanca, sencilla y honesta, muy emocionada, recibió el tributo de sus compañeros y del público que lleva años siguiéndola en las series más populares, sus montajes teatrales más exigentes o las películas con las que gana premios. Se presentó como lo que es, Blanca Portillo, una mujer, una actriz que da lo mejor de sí misma para los demás.