Crítica

La persecución obsesiva de la chispa rara

Reseña de 'El fantástico caso del Golem', de Burnin' Percebes, en la Sección Oficial del Festival de Málaga

Brays Efe y Anna Castillo, en el filme

Brays Efe y Anna Castillo, en el filme / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

EL FANTÁSTICO CASO DEL GOLEM

  • Dirección y guión: Nando Martínez y Juan González (Burnin' Percebes)
  • Reparto: Brays Efe, Bruna Cusí, Luis Tosar, Anna Castillo, Javier Botet, Roger Coma, Nao Albet, Roberto Álamo, David Menéndez, Tito Valverde

Lo insólito tiene su peligro: muchas veces, perseguir lo raro, lo desconcertante puede quedar en un simple ejercicio descacharrante, donde la imaginación y la libertad sin límites resultan sustituidas por ejercicios de bizarrismo estético o simples chorradas alocadillas y fortuitas. ¿Es 'El fantástico caso del Golem', un sketch chanante alargado o un artefacto de entidad más allá de sus evidentes ganas de desorientar de manera simpática? La respuesta no es fácil porque hay un poco de todo en este debut que persigue obsesivamente la chispa rara pero que demasiadas veces termina dando vueltas sobre sí misma.

Es indudable el magnetismo de esta comedia slacker, especialmente en un cine como el nuestro, habitualmente explorador del costumbrismo o, últimamente, las movidas íntimas de personajes ultrapreocupados por su yo. Que se planten aquí Nando Martínez y Juan González con una historia sobre seres de cerámica camuflados como nuestras parejas y amigos y muertes por aplastamiento de pianos tiene su gracia. Bien, pero los autodenominados Burnin' Percebes no llevan la cosa más allá del terreno de la ocurrencia: no logran crear el mundo flipado al que aspiran a transportarnos con la película.  

Martínez y González lo fían todo a la dirección de arte marcadísima, al envoltorio, los colorinchis, el chachachá y los peluquines; ningún problema, pero la historia, que busca la imaginación en sus registros más explosivos, se desarrolla en términos ramplones, con una puesta en escena raquítica, aburrida, de escasos recursos expresivos. Como escritores, más o menos igual: diálogos más preocupados por la expresión raruna, actores dejados a su aire en busca de una supuesta espontaneidad graciosa... Al final, vaya, hay momentos un poco casposillos. 

Los rastreadores obsesivos de rarezas ideadas con la intención de generar un cierto culto a su alrededor tienen aquí una pieza molona para la colección; los que consideren la originalidad como un punto de partida, no de destino, procedan con mucha precaución.