OFICIAL CRÍTICA

Una mujer que por fin puede gritar «Libertad»

La directora puertorriqueña Glorimar Marrero Sánchez presenta en la Sección Oficial a Concurso La pecera, un viaje en el que asistimos a una historia de resistencia por parte de su personaje principal

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Decía Robin Williams en Patch Adams que la muerte no es un enemigo. Si vamos a luchar contra alguna enfermedad hagámoslo contra la peor de todas: la indiferencia. La directora puertorriqueña Glorimar Marrero Sánchez presenta en la Sección Oficial a Concurso La pecera, un viaje en el que asistimos a una historia de resistencia por parte de su personaje principal, Noelia (Isel Rodríguez), frente a uno de los mayores enemigos hasta el momento de la humanidad. Noelia, enferma de cáncer, decide regresar a su Vieques natal, una isla puertorriqueña donde vive su madre; una mujer también rodeada por el peligro creado por la cantidad de residuos contaminantes provocados por el ejército norteamericano. Un viaje cálido al lugar de origen con un impreciso objetivo: anhelar esos momentos de calma y reflexión que necesita para asimilar el fin de su existencia. Para alcanzarlo necesita que se respeten sus decisiones y sentir que aún es dueña de su propia vida a pesar de la enfermedad que la corroe por dentro, convirtiéndola poco a poco en una persona débil y vulnerable.

Glorimar Marrero Sánchez no puede evitar impregnar de cierto aire político y social todo lo que le ocurre a sus personajes. Noelia abandona a un hombre que la ama y cuida cuyo exceso de preocupación la hace sentir menos libre. Glorimar nos muestra la vida de este personaje como un ser en constante búsqueda de libertad aún siendo un residuo de lo que un día fue. Tanto la historia de Noelia como la de la propia isla tienen ciertos paralelismos: la lucha de su madre contra aquello que puede destruir todo aquello que son y podrán ser frente a la de la propia Noelia, una mujer sin ni siquiera futuro incierto. Distintas luchas y mismas generaciones sin la capacidad de acabar con aquello que les aterra y se traspasa a sus seres más queridos.

Lo más bonito de La pecera es la incondicional relación de pasión insanadora que siente el personaje de Noelia con la naturaleza, con la suya, con aquella que ama y hasta incrustada en sus orígenes no puede salvarla. Luchar contra la indiferencia también puede ser peligroso, Patch. Vivir sí, pero a qué precio. La muerte, algo irremediable, una tormenta, una bañera y una mujer dentro de ella que, por fin, puede gritar «libertad».