El arte de (intentar) comprender a los demás
Reseña de 'Sorda', de Eva Libertad, en la Sección Oficial a Concurso del Festival de Málaga

Los protagonistas de 'Sorda' / La Opinión

SORDA
Dirección y guión: Eva Libertad
Reparto: Miriam Garlo, Álvaro Cervantes, Elena Irureta, Joaquín Notario
Reconozco que me senté con prejuicios a ver 'Sorda'; realmente no sé por qué me esperaba una película relativamente cuqui, de ésas que buscan visibilizar (con la mejor intención) una cuestión pertinente pero que, precisamente por arrogarse esa misión, acaban siendo un tanto correctas, bienquedas, melifluas o, peor, buscando denodadamente conmover. Pero nada de eso hay en esta cinta, que consigue lo que se propone sin golpes bajos emocionales ni pareciendo un tríptico de una consejería de asuntos sociales.
¿Cómo lo hace? Parece sencillo pero, en la práctica, resulta que no lo es tanto: sin mirar con condescendencia a sus personajes, cargándolos a todos de razones, las suyas. Eva Libertad no nos muestra a Ángela, la protagonista de la película, la sorda del título, como un dechado de virtudes y de simpatía (para compensar su discapacidad auditiva); al contrario, es una mujer terca, a veces inflexible, irritante en algunos momentos. Pero es como es no porque sí; hay muchos motivos: por todas las veces que los implantes cocleares han hecho que las voces en una fiesta se mezclaran hasta el dolor, por las ocasiones en que ha sido invisibilizada, excluida (muchas, involuntariamente) de conversaciones y encuentros sociales... Es, en definitiva, una persona modelada por unas circunstancias y experiencias que sólo encuentra su lugar en el mundo, su refugio, en otros sordos; sólo con ellos puede abrirse y sentirse cómoda.
Luego está el marido de Ángela, oyente, un tipo cariñoso y aparentemente casi perfecto, que se empeña en facilitarle la vida en lo posible a su mujer, quizás hasta crearle una cierta burbuja de comodidad; quiere agradarla, protegerla y, a veces, en momento sociales, termina siendo su "voz", ocupando el propio lugar de ella. Pero el nacimiento de la hija de ambos, Ona, pincha la burbuja y hace que la realidad, cruel e injusta con los discapacitados (impresionante la escena del parto), irrumpa abruptamente.
En otra escena especialmente certera, cuando los padres descubren en consulta que su hija recién nacida es oyente, Ángela no se alegra realmente, disimula como puede su decepción: sabe ya que habrá una barrera entre ambas, que no va a oír la primera palabra que pronuncie, que si quiere que ambas se comuniquen tendrá que enseñarle el lenguaje de signos (se imaginarán que para un bebé resulta más fácil decir "mamá" que juntar dos dedos de una mano y llevarlos alternativamente de una mejilla a la otra del rostro)... ¿Le resulta incomprensiblemente egoísta por su parte? Si la respuesta es afirmativa, está claro que usted no es una persona sorda.
Sin esquivar cuestiones, indagando en ellas con delicadeza pero también con decisión y valentía, Eva Libertad logra que el espectador se ponga en los lugares de sus dos protagonistas, los intente comprender a todos, sin crear bandos, los acompañe en un proceso complicado y se sienta cercano a ambos, sintiéndose, de paso, acompañado por ellos en las cuestiones que nos atañen y preocupan íntimamente, las que nos hacen sentirnos lejos en las multitudes. Porque no todos somos sordos pero todos nos hemos sentido alguna vez como Ángela.
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