ENTREVISTA | Celia Rico Clavellino Directora y guionista
"No se ha hablado de las heridas emocionales de la posguerra"

Celia Rico, en el photocall del Muelle Uno del Festival de Málaga / Gregorio Marrero
El año pasado presentó Los pequeños amores también en la Sección Oficial y se la veía ilusionada porque después iba a rodar su nueva película. Supongo que se refería a La buena letra.
Siempre sonrío, nada logra quitarme la sonrisa, ni siquiera el estrés... Sí, justo después de presentar Los pequeños amores, me fui directamente a Valencia para seleccionar las localizaciones. La verdad es que me siento muy afortunada de haber podido rodar y estrenar dos años consecutivos.
Esta película aborda algo que domina: la intimidad. Sin embargo, parece que en esta obra has mostrado un respeto aún mayor hacia lo íntimo, ¿cierto?
Así es, porque aquí lo íntimo está cargado de un significado político, lo que decidimos en la intimidad del hogar afecta a la sociedad que construimos. En esta película, incluso un gesto tan sencillo como pelar una naranja y guardar las cáscaras para utilizarlas en otra comida adquiere una dimensión política. En un contexto de hambre y racionamiento, ese gesto íntimo de estar en la cocina preparando algo para la familia refleja el peso de las circunstancias históricas. La historia de un país también puede contarse a través de los gestos invisibles. En esta película buscamos narrar una contra-historia a través de lo más pequeño, que en realidad es lo más grande: la fortaleza de sustentar a la familia, no solo proporcionando comida, sino también aliviando las heridas profundas que dejó la guerra. Las divisiones y el sufrimiento no sólo persistieron entre bandos, sino dentro de los propios hogares y familias. Los acontecimientos históricos ya los conocemos, pero se ha hablado muy poco de las heridas emocionales y del alma que dejó esa etapa.
¿Es La buena letra su obra más ambiciosa hasta ahora?
Sin duda, por varias razones. En primer lugar, la ambientación en los años 40, que implica un meticuloso trabajo de documentación y recreación. La puesta en escena se esmera en mostrar esa miseria en los detalles, como las texturas de una pared desgastada. A nivel narrativo, la complejidad radica en explorar relaciones humanas diversas: la madre y la hija, y la dinámica de tres o cuatro personajes interactuando, todos reflejándose y afectándose mutuamente. Todo ello desde la perspectiva de Ana, pero sin dejar de lado los mundos interiores de los demás personajes, lo que aporta profundidad y riqueza.
Adaptar la novela homónima de Rafael Chirbes habrá estado también en el capítulo de los retos, ¿verdad?
Desde luego. Su literatura me interesa muchísimo, porque está impregnada de preguntas incómodas que nos interpelan profundamente: ¿el sacrificio realmente merece la pena? ¿Nos protege de algo el silencio?Estas preguntas resuenan en la película, donde los gestos bondadosos de Ana no la llevan a un mejor lugar, pero tampoco a otro peor. La obra desmonta la idealización del sacrificio, revelando que, a menudo, alguien se aprovecha de la bondad.
El núcleo de la película reside en la mirada de Ana, interpretada magistralmente por Loreto Mauleón.
Es una mirada que observa y comprende un mundo intrínsecamente masculino, una mirada empática, sacrificada, pero cargada de injusticia. Refleja el peso de callar y guardar secretos para evitar conflictos en un contexto de odio y divisiones. Esta mirada, sin embargo, no solo encierra compasión, sino también una rabia latente.
Y luego están los hombres, derrotados, débiles.
La película indaga en cómo conviven estas dos mujeres y estos dos hombres bajo un mismo techo, especialmente en sus momentos nocturnos, cuando las fragilidades son más evidentes. Y se invierte la narrativa tradicional: los hombres se muestran frágiles, mientras que las mujeres emergen como pilares esenciales.
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