Opinión

'Sorda' y 'La Buena letra' nos perdonan "La Deuda"

A propósito de las primeras películas del Festival de Málaga

Una imagen del rodaje de 'Sorda'

Una imagen del rodaje de 'Sorda' / La Opinión

Miguel Robles

Miguel Robles

Málaga

Siempre emociona la apertura de una nueva edición del Festival de Málaga, aunque las lluvias renieguen de dejarnos marchar como si fuéramos Galicia. Más cuesta arriba que otra semana gobernados por el cielo nublado, es una mala película que inaugure nuestras ganas de cine. Daniel Guzmán con 'La deuda' nos lo ha hecho pagar caro. 

Promete ser una denuncia -reiterada en entrevistas del mismo director- contra la tormenta de la gentrificación que asola en España, donde los poderosos, protegidos por las siglas de bancos e inmobiliarias, echan a patadas a sus ciudadanos para convertir sus hogares en un escaparate de extranjeros. Marginados, sin recursos y desprotegidos de los servicios públicos que ya se han vuelto de nadie, su única opción es dar la espalda a la ley que nunca les tuvo en cuenta. Con una base que resuena a la rebeldía de su mejor trabajo ('A cambio de nada'), rimando en circunstancias con otro título como 'Techo y comida', Guzmán aquí se dispersa en una trama criminal, un Madrid de descampados y poligonos que progresivamente desvirtúa el elemento social, con Antonia (enternecedora Rosario García) como metonimia de aquella identidad de barrio difuminada por los proyectos de otros. Inconcreta a nivel argumental, en el que su punto de giro real -el desahucio- no aparece hasta los 40 minutos. En vez de enredar a su personaje en una espiral descendente de delitos y consecuencias, obrando el mal para conseguir el bien, se exhibe a un criminal. Por lo que el contexto que debe pervertir la bondad se ve como una excusa para delinquir. Se echa de menos esas lineas de comedia, el punto fuerte de Guzmán, aquí en favor de recargar la tragedia. 

Mirada femenina

Cielos más despejados con 'La buena letra', regreso al Festival de la cineasta Celia Rico ('Los pequeños amores'), de nuevo con una mirada femenina a las problemáticas familiares. Su puesta en escena se marca y se acentúa gustosamente: tímida en movimientos de cámara, de pausas que construyen personajes y silencios que te lo dicen todo. La posguerra, telón de fondo al que nunca es de agrado volver desde la pantalla, permite potenciar un relato sobre la forma de sobrevivir a las ruinas del conflicto. Una España bicéfala: lo que nos convertimos y lo seguimos siendo. Concretamente, la mujer encorsetada por unas valores y una función mamaria, que empieza a absorber la influencia de un Occidente liberal que canta libertad con la radio encendida. Por otro lado, la mujer, como todos los hombres, dispuesta a escalar posiciones intercambiando el afecto por cualquier moneda. Ana e Isabel son diferentes caras de un tiempo que no parece haberse disuelto.

Obra de culto

Decía Daniel Guzmán que pondría 'La deuda' a los políticos, por si les remueve algo. Yo, en cambio, les pondría 'Sorda', una película que tiene demasiado cuerpo de Biznaga. Obra de culto instantáneo de nuestro cine, no por su originalidad argumental -es el proceso de nacimiento vivido por una madre y la posterior aceptación de su recién nacido- sino por dar voz a los que no pueden ser escuchados. Un colectivo que representa el 2,3% de la población española. 

La reciente ganadora del Premio del Público en el Festival de Berlin -tal como 'Alcarrás'- es un acto de inclusión generoso y arriesgado en manos de Eva Libertad, quien no se achanta a un minimalismo de género. Sus últimos 30 minutos, una decisión artística genocida que compromete la paciencia volátil del espectador presente, quiebra el punto de vista en dos mitades: el oyente, nosotros, percibe la injusticia de un sentido arrebatado, siempre desde la condescendencia, hasta que también lo pierde. Lo siente, aprendiendo a escuchar. 

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