Crítica

Ese cine español que sigue ahí, resistiendo, impertérrito...

Reseña de 'La buena suerte', de Gracia Querejeta, en la Sección Oficial a Concurso del Festival de Málaga

Hugo Silva y Megan Montaner, en 'La buena suerte'

Hugo Silva y Megan Montaner, en 'La buena suerte' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Málaga

LA BUENA SUERTE

Dirección: Gracia Querejeta

Guión: Gracia Querejeta y María Ruiz (sobre la novela de Rosa Montero)

Reparto: Hugo Silva, Megan Montaner, Miguel Rellán, Eva Ugarte

Hay un cine español que se resiste a desaparecer. Sigue ahí, impertérrito, ajeno a tendencias y modas, como si no discurriera el tiempo; se basa en novelas de autores populares, que escriben cosas asequibles pero, por alguna razón que se me escapa, disfrutan de cierto quorum y se benefician de la alegría de los críticos en los suplementos literarios. Las películas resultantes son tibias, de una estética plana, desteñida y desapasionada, alérgicas a cualquier arranque, cuyas imágenes se van desvaneciendo mientras aparecen, sin dejar ningún poso. Yo lo llamo "cine amermelado".

Empieza 'La buena suerte' y el espectador regresa de nuevo a ese cine, viejuno, aburrido, destemplado: el plano aéreo de un tren en pleno viaje y una voz en off, la del protagonista, soltando un parlamento para introducirnos en la historia, en ese inequívoco tono de turra metafórica, que busca captar la atención pero sólo consigue parecer antinatural, literarizante y algo pueril. 

A lo largo del metraje, se va desmadejando la peripecia de ese arquitecto acomodadísimo que decide esconderse en un pueblo sin futuro (ni presente) para huir de la vergüenza y la culpa. Se supone que allí se reencuentra con la joie de vivre gracias al trillado arquetipo de mujer que gusta a los hombres intelectuales (alocada, un poco manic pixie dream girl sin pasarse, también con las cicatrices tatuadas por la vida; pero, sí, sigue está buena), pero no hay ni un ápice de savia y luz en la pantalla (no ayudan las correctas pero algo mecánicas interpretaciones de Hugo Silva y Megan Montaner) para transmitir ese algo que experimenta un protagonista en plena zozobra. 

Complementa la historia romántica una intriga, la trama policiaca, que se despliega sin latidos perceptibles y con un punto absurdo que resulta, pues eso, absurdo (las conversaciones telefónicas entre el superior de policía y la inspectora, quizás por perseguir cierto tono de comedia para aligerar los de por sí leves procedimientos dramáticos, se zambullen en el ridículo).

Termina 'La buena suerte', empiezan los créditos finales y me doy cuenta de que no me había dado cuenta de que se trata de una producción de Tornasol, la veterana compañía de Gerardo Herrero, y todo tiene sentido, la pieza de la estrella encuentra el hueco con forma de estrella. Ese cine español sigue vivo, incólume, ajeno a los nuevos públicos (¿pasará por taquilla para ver esta película alguien de menos de 60 años?), ajeno, en realidad, a prácticamente todo.  

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