Crítica

Pequeña diatriba contra el naturalismo

Reseña de 'Los Tortuga', de Belén Fuentes, en la Sección Oficial a Concurso del Festival de Málaga

Una imagen de 'Los Tortuga'

Una imagen de 'Los Tortuga' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Málaga

LOS TORTUGA

Dirección: Belén Funes

Guión: Belén Fuentes y Marçal Cebrián

Reparto: Antonia Zegers, Elvira Lara, Mamen Camacho, Pedro Romero, Lorena Aceituno

Empieza a resultar cargante esa tendencia naturalista de tanto cine contemporáneo, con tantas escenas observacionales, de ritos y costumbres, a modo de puzzle de cotidianidades, en las que la cámara, aparentemente invisible, busca aprehender momentos y libera a los personajes de la historia para que se retraten ellos mismos. Lo que nació para zafarse de los corsés del cine de trama, limitado por un argumento cerrado que impedía improvisaciones u ocurrencias más o menos mágicas, ha terminado siendo una faja igual de contraproducente, y me temo que 'Los tortuga' es un ejemplo de ello.

Belén Funes tiene a su disposición a unas actrices extraordinarias, una Antonia Zegers que es siempre prodigio en la comunicación de sentimientos y una joven Elvira Lara que matiza con sobriedad a una compleja adolescente; tiene también una historia, que ha coescrito, con suficientes elementos para conmover (un duelo compartido que impide la relación materno-filial y el progreso de ambas como mujeres) y, por supuesto, dispone de una notable capacidad de observación, de mirada a la realidad. Entonces, ¿por qué se empeña en distraerse del corazón del argumento con escenas de fiestas, comidas familiares y no sé qué más? Sólo hay una batalla de alto voltaje entre Delia y Anabel, la madre y la hija, resulta tan contundente como emotiva, pero es breve, mucho más que cualquiera de las secuencias de una comida en el campo en que los primos, tíos y sobrinos se preparan para almorzar, o unas amigas celebran el cumpleaños de la protagonista. 

¿Por qué se prioriza todo eso y no el tiempo compartido entre las protagonistas? En la película (recordemos: toma su título del sobrenombre de aquellos españoles que tuvieron que viajar en busca de pan y horizonte) hay dos trayectos geográficos en coche largos e importantes (Jáen-Barcelona, Barcelona-Jaén) de Delia y Anabel pero son invisibilizados en el metraje. Me resulta incomprensible: ¿sobre qué hablarían ambas atribuladas mujeres a lo largo y ancho de esas horas de carretera? Nada, no importa, es mucho mejor ponerte en plan realizador de documentales para captar un almuerzo familiar. Quizás la autora crea encontrar petróleo emocional y capas de significados en esos momentos; a mí me parecen puro manierismo. 

Estructura impresionista

La obcecación por la estructura impresionista, a partir de momentos y hechos más o menos aislados, provoca más daños: termina afectando gravemente al relato (especialmente en su segundo acto, a veces de difícil comprensión, porque no hay pegamento emocional entre algunas escenas y las protagonistas se distancian y se reencuentran sin que sepamos cómo y por qué volvieron) y, en consecuencia, impide que conectemos con los sentimientos de ambas mujeres, que, me imagino, era de lo que se trataba cuando se levantó este proyecto. 

No sé, es como si hubiera miedo a desplegar una historia con cierta linealidad, a partir de un planteamiento y desarrollo que pudiéramos considerar 'convencionales', de andamiaje dramático. ¿Por qué? Ni idea, quizás llevemos demasiados años con esas convenciones y necesitemos contar (y que nos cuenten) las historias de otra manera. Yo sólo sé que en 'Los tortuga' había un interesante melodrama familiar que ha quedado sepultado por ese empeño destructor por encontrar un afán verista y de crearse en los alrededores de los argumentos que, a veces, de verdad, son lo menos importante de todo: tienes el brillo en los ojos de Antonia Zegers, qué más necesitas. 

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