Crítica
El cordero de Dios
Reseña de 'La tierra negra', de Alberto Morais, en la Sección Oficial a Concurso del Festival de Málaga

Sergi López y Laia Marull, en 'La tierra negra' / La Opinión

LA TIERRA NEGRA
Dirección: Alberto Morais
Guión: Alberto Morais y Samuel del Amor
Reparto: Laia Marull, Sergi López, Andrés Gertrudix, Abdelatif Hwidar, Álvaro Báguena, Rosana Pastor.
No me interesa demasiado la mirada al campo del cine español contemporáneo: está hecha, la mayoría de las veces, desde la urbanidad más pija y automelodramática, que entiende estos espacios como refugio, como cura de las enfermedades del ser humano de hoy en día; o, en algunos casos, desde la sublimación mágica y extravagante, como si el verde fuera un cosmos ajeno a la economía del universo. Cualquiera que haya pasado parte de su vida en el medio rural, que haya sentido en las carnes propias el tedio de su tempo y la desaprobación de una vigilancia social que no descansa, por ejemplo, sabrá que el campo es un medio más hosco y difícil que sanador y extraordinario.
Eso lo tiene claro Alberto Morais, y lo demuestra nada más comenzar 'La tierra negra': un puñado de escenas anodinas nos enseñan un día normal de los habitantes de un pueblo, personas que se mueven y hablan de una manera distante, casi robótica; le sirve al director y coguionista la estilización de los comportamientos y costumbres para inmiscuirnos directamente en ese otro universo con sus reglas, la mayoría de las veces crueles e inhumanas, las que marca la tierra, la que se cultiva y se vende, por la que se enreda, miente y mata. Poco a poco, de manera absorbente, penetramos en estas vidas, marcadas por los fracasos personales y el pasado como yugo, a través de la figura del forastero (magnético Sergi López), y con él irrumpe, despacio y callado, el Misterio, sin explicación (ni necesidad de ella).
Recordamos entonces que la película comienza con un plano fijo sobre una reproducción del 'Agnus Dei', de Zurbarán, con el fondo musical de un pasaje de 'La Pasión según San Mateo', de Bach, y el relato alcanza su auténtico vuelo. ¿Quién es ese hombre (perdón), que no se sabe bien de dónde viene, siempre tremendamente dispuesto y que confía a ciegas en los demás? Morais no va a responderlo, ni siquiera va a ofrecer pistas para que encontremos una solución a la medida de cada espectador; tampoco se va a zambullir en el Misterio, sino que va a utilizarlo como contraste para un último acto catártico, brutal y negrísimo, que, sin embargo, discurre hacia un desenlace moderadamente esperanzado, tanto como lo permite esa tierra que ata con sus profundas raíces.
No se asusten: ambigua y enigmática, 'La tierra negra' no es una película tan pedante como yo lo ha descrito; tampoco resulta fácil o asequible. Pero la observación paciente del espectador que logre dejarse llevar por sus sugerencia le reportará notables recompensas.
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