Crítica
"Los aitas": una road movie sin viaje
Reseña del nuevo filme de Borja Cobeaga, en la Sección Oficial Fuera de Concurso del Festival de Málaga

Una imagen de 'Los aitas' / David Herranz

LOS AITAS
Dirección: Borja Cobeaga
Guión: Borja Cobeaga y Valentina Viso
Reparto: Juan Diego Botto, Quim Gutiérrez, Iñaki Ardanaz, Mikel Losada, Laura Weissmahr, Ramón Barea
En esto de hacer comedia hay, a mi modo de ver, dos grandes peligros: pasarse de listo y caer en la faltonería. Borja Cobeaga siempre ha sorteado con aparentemente naturalidad ambos acantilados, gracias a su mirada amable pero con dientes hacia el ser humano y el tiempo y geografía concretas en que le ha tocado vivir; su capacidad para elegir momentos, anécdotas, hechos en principio pequeños que terminan siendo lupas reveladoras de grandes cuestiones y, muy especialmente, un infinito respeto por todos sus personajes, fundamentalmente disfuncionales, inadaptados, raretes de difícil acomodo en la sociedad. Todos estos factores se mantienen, están presentes en 'Los aitas': ésa es la buena noticia. La mala: precisamente contribuyen a que ésta sea la película más floja del vasco, de una tonalidad agridulce sin emotividad y unos recursos cómicos desachispados.
Sabe Cobeaga encontrar un asunto fundamental apenas abordado en nuestro cine: la presencia ausente del padre entendido hasta no hace tanto como exclusiva sombra de autoridad, un ser cercano pero a la vez lejanísimo, un desconocido al que su familia veía todos los días. Pero no logra en las imágenes romper el muro entre las niñas y sus progenitores: apenas comparten escenas, vivencias, momentos, no hay un desarrollo emotivo que nos conduzca al objetivo de la historia. Además, la peripecia que se pergeña para disparar la sinopsis y el acontecimiento histórico que sirve como trasfondo metafórico están cogidos por los pelos, son costuras demasiado a la vista.
Pudor
El director y aquí coguionista sigue mirando con bonhomía y discreción los conflictos de sus personajes, pero ese respeto antes tan positivo se transforma ahora en una especie de pudor contraproducente, que impide llegar al corazón de esos hombres y sus hijas; no se trata de zambullirse en las aristas melodramáticas de los asuntos (alcoholismo, divorcio, homosexualidad, fracaso laboral) está bien dejarlos en off, sin gritos ni lagrimones, pero se corre el peligro de derrapar hacia lo insípido y que el espectador no se implique emocionalmente. Justo eso es lo que ocurre en 'Los aitas': por ejemplo, ¿es necesario saber de qué murió la madre de las niñas? No. ¿Ser testigos de la charla en que el padre, por fin, se lo revela? Tampoco. Pero sí mostrar cómo la revelación cambia a ambos de alguna manera, y no se hace. En este sentido, 'Los aitas' es una road movie sin viaje.
Tampoco en su registro cómico 'Los aitas' aporta demasiado: le falta chispa y, algo impensable en los libretos de Cobeaga, oficio; pongo un ejemplo: en un momento del filme, un personaje le pregunta a otro: "¿Y quién es éste con pinta de cura?". El otro: "Es que es cura, es el padre Arrupe. Nos dio clases, le llamábamos El Panadero". Eso sería suficiente, ¿verdad? Un sacerdote docente, en los años 70/80 del País Vasco, le apodan El Panadero... Pues para Cobeaga no parece serlo, porque la escena continúa: "¿Y por qué le llamaban El Panadero?". Respuesta: "Pues por las hostias que repartía".
No quiero ser demasiado duro con una película indudablemente agradable, bien intencionada, hecha desde los buenos sentimientos y perspicacia, con la intención de llegar a una cierta madurez tonal sin recurrir a la turra. ¿Resulta injusto exigirle a Borja Cobeaga que se mantenga forever en el territorio emocional de 'No controles' o 'Pagafantas'? Supongo que sí. Pero, sinceramente, creo que aquí al director y, sobre todo, al guionista le ha(n) faltado control de calidad y autoexigencia.
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