«Quería hacer una película de amor, pero de amor a la vida, a las cosas»
Quien fuera script de los hermanos Trueba y Cesc Gay, entre otros, prosigue su carrera autoral con una cinta muy personal, protagonizada por Manolo Solo y Maria de Medeiros, sobre la búsqueda del lugar propio

Avelina Prat, flanqueada por Maria de Medeiros y Manolo Solo. | GREGORIO MARRERO
«La gente que cambia de lugar y rehace su vida siempre me ha interesado. Quiero saber qué hay detrás de esas historias.» Así describe la directora su fascinación por explorar los mundos de personajes desubicados, aquellos que huyen o buscan un nuevo significado en otros lugares. En sus películas, la migración emocional y geográfica se convierte en una herramienta narrativa poderosa que refleja las tensiones internas de sus protagonistas. Tras Vasil (2022), la directora Avelina Prat insiste en esas claves en Una quinta portugesa, protagonizada por Manolo Solo y Maria de Medeiros, la historia de un profesor universitario que, tras un revés sentimental, decide aprovechar una oportunidad azarosa y convertirse en el jardinero (sin tener ni idea de jardinería) de una fabulosa residencia en Portugal.
El escenario juega un papel clave en la película. «Ponte de Lima, en el norte de Portugal, tenía todo lo que queríamos: fundamentalmente, una atmósfera que definía al personaje que la habita [incorporado por De Medeiros, una enigmática heredera con un pasado difuminado]». explicó, recordando el proceso de búsqueda de esta emblemática quinta. Este espacio no solo acoge la trama, sino que se convierte en un personaje más que, según la directora, «va curando la vida» de su protagonista (interpretado por Solo).
El amor, en un sentido amplio, parece ser el alma de la historia. «Es una película de amor, pero de amor a la vida, a las cosas». También a las historias, que se relatan a lo largo y ancho de Una quinta portuguesa, y a cierta idea de redención, al acto de ayudar: «Yo creo mucho en el entorno pequeño. Uno puede cambiar su entorno cercano, pero yo no puedo parar cosas como una guerra en la Franja de Gaza».
Y luego está el tono con el que Avelina Prat desgrana los asuntos de sus personajes: un tempo suave y dilatado, unas imágenes cálidas, unos dramas que existen pero que nunca son subrayados, ... «Quizás la gente a partir de cierta edad conectará más con la película, por su ritmo tranquilo o por el retrato de los personajes». Pero insiste en que su obra está destinada a todos los públicos, capturando la esencia del cine clásico que ha influido en su estilo narrativo: «Esa manera de contar historias debe seguir viva, no todo tiene que ser frenético».
María de Medeiros, en perfecto castellano, coincide en la forma de ver la vida y el arte de la autora valenciana: «Raras veces nos interesamos por el otro lo suficiente como para descubrir lo rico que puede ser. Avelina propone en Una quinta portuguesa una pausa contemplativa y los personajes escuchan y respetan el misterio del otro, y a la vez tienen la oportunidad de descubrirlo». «El asombro y la curiosidad por los pequeños descubrimientos son muy importantes», añade.
Singular
Si las historias de su cine y los modos de relatarla son singulares, no menos simpar es la carrera de Avelina Prat. Empezó como arquitecta, ocupación que desempeñó durante diez años, hasta que se apuntó a un curso de guión de cortometraje impartido por Sigfrid Monleón. Y ahí ya encontró en los sets su segunda casa, trabajando como script con el propio Monleón y también con los hermanos David y Fernando Trueba, Manuel Martín Cuenca y Cesc Gay, entre muchos otros.
Prat ya trabaja en su próximo proyecto. «Estoy escribiendo la tercera película con la misma productora, y ya tenemos una versión del guion. Si conseguimos financiar la idea, seguiremos adelante». No nos adelanta más, pero sabemos lo que no será. Admite entre risas que ciertos géneros no están en su radar: «Encerrarme en un cuarto a escribir una comedia loca... ¡No, no sería capaz!».
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