Crítica de 'El cielo de los animales'

Caprichos de lo raruno

Reseña de 'El cielo de los animales', de Santi Amodeo, en la Sección Oficial a Competición del Festival de Málaga

Una imagen de 'El cielo de los animales'

Una imagen de 'El cielo de los animales' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Málaga

EL CIELO DE LOS ANIMALES

Dirección y guión: Santi Amodeo

Reparto: Raúl Arévalo, Manolo Solo, Paula Díaz, Jesús Carroza, África de la Cruz

Santi Amodeo quiere incorporar en sus películas esa Andalucía luminosa y rara, de bizarrerío natural, marciana pero a la vez cercana, asequible; una mirada que estaba en películas como las celebradas 'Astronautas' (2003) y 'Cabeza de perro' (2006) y que el director sevillano puso en pause para abordar una poco fructífera etapa industrial (con títulos como el muy poco estimulante 'Yo, mi mujer y mi mujer muerta'). La interesante 'Las gentiles' (2021) le devolvió para los empeños más personales, territorio en el que sigue indagando en 'El cielo de los animales'. ¿Es una buena noticia? Bien por Amodeo, desde luego (si algo tiene que aportar a nuestro cine no es, desde luego, al mainstream) pero no necesariamente para el espectador.

Este director tiene una tendencia a lo quirky que puede caer en lo exasperante; de hecho, recuerdo la de 'El factor Pilgrim' como una de las proyecciones comerciales más lamentables a las que he asistido. 'El cielo de los animales' no se acerca ni de lejos a esa experiencia abisal, pero peca de esa persecución a toda costa de la peculiaridad, que termina lastrando los propósitos, más o menos interesantes. Ésta una película sobre la crepuscularidad, sobre la muerte y el fin (desde la pérdida de una persona hasta el 'the end' absoluto, el de los tiempos), pero desde esos presupuestos que comentaba al comienzo, vitalistas, cero plúmbeos, más bien juguetones, expuestos a través de cuatro historias (en realidad, tres). El conjunto, suele suceder en las películas ómnibus, es dispar, algo irregular, pero obedece a una regla: funciona cuanto más lejos se encuentre Amodeo de lo curioso y lo infrecuente. Tras tres historias marcadas por el fetichismo de lo raruno (el brazo ortopédico, el cocodrilo y el chaval paranoico), la película da lo mejor de sí misma en la última, conclusión de la primera: ahí, en ese relato, el más despojado de todos, también el más 'triste', están los únicos momentos conmovedores y vitales. 

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