Notas sobre cine

(In)comunicar con violencia: sinergias entre "La furia" y "Todo lo que no sé"

Reflexión a propósito de 'La furia' y 'Todo lo que no sé', películas de la Sección Oficial a Competición del Festival

Los protagonistas de 'La furia' y 'Todo lo que no sé'

Los protagonistas de 'La furia' y 'Todo lo que no sé' / La Opinión

Miguel Robles

Miguel Robles

Málaga

Me hizo gracia la impudorosa sinceridad de uno de los presentes hacia Ana Lambarri, directora de 'Todo lo que no sé', al admitir que no entendía a su protagonista -Ana, interpretada por Susana Abaitua, alguien corriente en el corriente dilema vital de conciliar vida profesional y personal, hasta acabar ahogada por el tiempo gastado en una, y por tanto, en el tiempo perdido en lo otro-. Elucubró la siguiente teoría, parafraseada, a oídos del público: "Será que son vascos y no se comunican. Con lo fácil que es decirlo y ya está". Acostumbrado toda mi vida al intercambio multicultural, donde las personas se conocen sin verificar procedencias y a veces con un alfabeto en común, confirmo que el lenguaje que todos hablamos es el de la incomunicación: decir las cosas sin el colchón de las palabras, perdiendo el significado y confiando ciegamente en la ambiguedad para encontrarlo. Una zona de confort que termina filtrando el miedo a hacernos entender y que igualmente no nos comprendan. 

Alejandra, protagonista de 'La furia', incomunica su dolor desde su sexo, una sangre que rezuma la fertilidad en un distinguido color rojo, pero también su contrario, la muerte que discurre por el cuerpo. La prueba que delata nuestro instinto animal, hambriento como perecedero. Su directora, Gemma Blasco, recoge la atracción del nuevo extremismo francés por cuerpos mutilados y desangrados, hallando en lo demacrante una forma de interpretar metáforas. Devolviendo el pasado (el mito de Medea) para pensar nuestro presente, más pretérito de lo que nos gustaría (la violencia sexual hacia las mujeres). 

Concretamente del Gaspar Noé de 'Irreversible' -partiendo narrativamente de una violación para desenmascarar al responsable, donde se purga con la misma moneda- se absorben esos títulos de crédito, luminiscentes y agigantados, que junto a la música subrayan el peligro tóxico de aquellos lugares comunes donde el placer se paga a cualquier precio. 

Ese otro lenguaje es la violencia: desatar los sentimientos que no podemos contener con palabras, arbitrarias y dóciles ante una realidad inexplicable. 

Comunicar con violencia es la vía instantánea que tiene Adrián (Alex Monner, hermano de Alejandra) de comunicar su amor. Personas que al final hablan por nosotros. El hombre histórico sobre las mujeres, infravalorando su capacidad de decisión. O la mera decisión de primero escuchar su cuerpo, traumatizado y nervioso, necesitado de tiempo para canalizar sus heridas antes de rendir cuentas. 

Comunicar con violencia es el atajo que toma Ana en "Todo lo que no sé" para no decir lo que siente. La contundencia de un portazo debería decirlo todo, pero irá descubriendo que abre más heridas de las que cierra. 

(La peor persona del mundo) 

Ambas películas surcan dos carreteras distintas para llegar al mismo destino. El inevitable sendero de comunicar lo que somos: Alejandra descubre en el teatro un vocabulario que describe su trauma y lo interpreta. La ficción no debe suplantar la realidad, pero sí ser un mecanismo para sanar con ella. Aceptar la derrota para conseguir otras victorias, el aprendizaje que asume también Ana. El éxito es cuestión de perspectiva.

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