“La innovación es lo que distingue al líder de los demás”, decía Steve Jobs en una de esas citas imperecederas que se le atribuyen. Y eso puede aplicarse a jefes de estrategia, gestores de equipo, creativos de toda índole y condición, grandes gerifaltes empresariales y emprendedores a cualquier escala. Pero también a los países, que tienen en su apuesta por el conocimiento y la investigación el principal motor del desarrollo.

El último informe Bloomberg, que le toma anualmente el pulso a la potencia innovadora de las naciones, sitúa a España en el puesto número 30 (por detrás de Rumanía, Malasia, la República Checa o Polonia y a años luz de Corea del Sur, que está en cabeza y de potencias como Alemania, Finlandia y Suiza, la élite europea). Para elaborar ese informe se tienen en cuenta factores como la capacidad productiva, la concentración de empresas de alta tecnología y la inversión en investigación y desarrollo. Y en esos capítulos la situación de nuestro país deja bastante que desear.

En los últimos 10 años, la partida de los Presupuestos Generales del Estado dedicada a investigación ha sido objeto de un recorte sistemático. Los recursos destinados a este capítulo han pasado de superar el 2,7% del total presupuestario que alcanzaron en 2008 al 1,5% en los aprobados para 2018 y que han seguido “en funciones” prorrogados para 2019. “Esta cifra coloca a España como segundo país de la OCDE que más ha reducido su presupuesto durante el periodo de la crisis. Sientes que es un sector totalmente abandonado a su suerte en la última época y hay un pesimismo generalizado entre los investigadores -se lamenta Perla Wahnón, presidenta de la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce)-. Tenemos la impresión de que la investigación y la innovación son cuestiones políticamente marginales. Y sin embargo, los países más avanzados lo son porque han decidido apostar claramente por la innovación que surge de la investigación científica en las distintas ramas”.

Los datos sobre I+D más recientes, recopilados en el Informe 2019 de la Fundación Cotec -organización sin ánimo de lucro cuya misión es promover la innovación como motor de desarrollo económico y social- presentan unos ligeros avances con respecto a los datos del año anterior. Sin embargo, no han sido suficientes para recuperar la posición previa a la crisis, algo que ya han hecho la mayoría de los países de la Unión Europea. “Esta evidencia contrasta con la percepción general de estar viviendo en un contexto de cambio acelerado y global. Cabe pensar que la innovación en España no se mueve, aunque parece más acertado plantear que nos dejamos arrastrar por el impulso y la dirección que marcan otros, desdeñando la posibilidad de asumir el liderazgo necesario para establecer una estrategia propia, que proyecte un futuro adaptado a nuestra realidad”, concluye el informe. Es importante destacar el contraste entre la apuesta creciente del sector privado, que en los últimos cuatro años ha incrementado su inversión en I+D en 1.678 millones de euros, hasta los 8.484 millones y que ha superado de manera clara los niveles precrisis, con un sector público que todavía no lo ha logrado.

España, con una inversión en I+D+i del 1,24% del PIB sigue estando muy lejos del nivel máximo que alcanzó el 1,35% en 2010 y mucho más del objetivo del 2% que el Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación pretendía alcanzar en 2020 y que ya es del todo imposible cumplir. En opinión de Jorge Barrero, director general de Cotec, “los datos consolidan la tendencia observada hace un año. Un sector público estancado que se compensa con el dinamismo del sector empresarial. Necesitamos cuanto antes un nuevo gobierno y unos presupuestos adecuados para que la investigación pública no se descuelgue de la recuperación”.Una década de crisis y un año de impás

“Failure is not an option" (fallar no es una opción). Con el lema de la NASA por bandera emprendía Pedro Duque su misión al frente del novedoso ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en junio de 2018. “Voy a poner a España en órbita”, declaraba en los medios en aquellos primeros días de su gestión y la comunidad científica se mostraba esperanzada. Un año y medio después el optimismo ha dejado paso a la frustración: “Desde nuestra institución hemos apoyado a Pedro Duque y pasábamos que podía ser un buen ministro de Ciencia y Tecnología, pero la verdad es que no lo ha demostrado o no lo ha podido demostrar. Las medidas que ha tomado son escasas y en muchos casos ni siquiera han sido efectivas para resolver los problemas de un sistema colapsado por la falta de recursos y una burocracia asfixiante”, valora Wahnón.

El ministro astronauta se ponía al frente de una nave maltrecha, vapuleada por los años de la crisis en los que el gasto en I+D ha sufrido recortes dramáticos y con miles de científicos exiliados a la fuerza para buscarse la vida más allá de las fronteras de un país que se permite desperdiciar su talento. Los retos para poner al país en órbita siguen siendo asignaturas pendientes y van más allá de incrementar la inversión. La estabilidad que ansía el sector pasa por sentar las bases de un sistema que facilite la continuidad de los proyectos y el empleo óptimo de los recursos. Y, para ello, los expertos reclaman la necesidad de crear un pacto de estado para que el sector de la investigación ni dependa ni padezca la inestabilidad de los vaivenes políticos, reforzar y optimizar el funcionamiento de la Agencia Estatal de Investigación para que la gestión sea más autónoma y predecible, diseñar nuevas políticas de financiación, subvenciones y créditos ágiles y eficaces, para evitar los lapsos, la incertidumbre y el colapso. “En definitiva -reclama Perla Wahnón- poner la investigación en el centro de la política económica del país, que se le dé al conocimiento científico la importancia que merece como el motor que es de competitividad, desarrollo y calidad de vida. Y, sobre todo, de liderazgo internacional”. Sin innovación -recuerda la presidenta de la Confederación de Sociedades Científicas de España- no hay futuro.