Verde y Azul

Si los políticos no actúan por el planeta, hagámoslo nosotros

El cambio de hábitos por los ciudadanos occidentales, factor clave para detener la destrucción del planeta. Gestos sencillos tienen efectos relevantes

Acción ciudadana. No solo los políticos tienen la capacidad de cambiar el mundo; también lo hacen los ciudadanos con su quehacer diario y con sus actitudes cotidianas. Acciones sencillas y aparentemente intrascendentes ayudan a mejorar el planeta, sobre todo si se convierten en sistemáticas. La suma de todas ellas, multiplicadas por un gran número de personas, es capaz de obrar cambios importantes.
Al margen de lo que deciden (o dejan de decidir los políticos), los ciudadanos tenemos la capacidad de cambiar el mundo. La acción individual de todos y cada uno es lo que determina el futuro del planeta. Si los habitantes del mundo occidental cambian sus hábitos cotidianos, se compensará gran parte de la inacción política. Estos son algunos gestos que ayudan a dar una oportunidad al planeta:

Moverse sin humo

Para moverse a diario hay que despedirse del coche de combustión, tanto si es diésel como de gasolina. Nuestro vehículo ha de ser eléctrico. Ya hay modelos con precios razonables y con una autonomía más que suficiente. Además, nos olvidamos para siempre del gasto que supone la gasolina y de muchos otros. En todo caso, es posible prescindir del coche en más ocasiones de las que pensamos. Estudiemos bien las líneas de autobús o metro para comprobar si podemos dejar nuestro vehículo en casa; seguro que es posible. La bicicleta (y la moto eléctrica) son alternativas igualmente válidas en muchos casos.

Comer menos carne

La producción de carne es un proceso cada vez más industrializado, lo que supone explotaciones intensivas que provocan graves daños al medio ambiente. La ganadería industrial obliga a deforestar grandes extensiones de bosque para obtener pienso con que alimentar a los animales. Además, éstos también provocan contaminación por los purines que generan. No podemos pasar por alto tampoco el trato cruel que reciben los animales de estas explotaciones ni, por supuesto, los efectos nocivos sobre la salud que acarrea la actual dieta excesivamente carnívora. La solución no ha de ser necesariamente el vegetarianismo, pero sí un consumo de carne esporádico y responsable, sobre todo de ganadería tradicional.

Adiós al plástico

No basta renunciar a las bolsas de plástico en el supermercado. Hay que erradicar este material de todos los usos posibles en nuestra vida cotidiana. El vaso de plástico, los cubiertos o los platos de usar y tirar han de ser desterrados para siempre, pues hay alternativas en cartón y otros materiales. Si mantenemos utensilios de plástico, al menos reutilicémoslos. A la hora de comprar, dejemos a un lado los productos envasados y compremos a granel.

Viajes en crucero, no

Es difícil a veces renunciar a volar en avión, sobre todo si vivimos en islas o lugares con enlaces ferroviarios insuficientes. En cambio, sí podemos ahorrarnos los grandes vuelos transoceánicos para nuestras vacaciones, pues hay destinos más cercanos igual de sugerentes y excitantes. Lo que sí debemos descartar son los viajes en crucero. Se trata de embarcaciones que generan altísimos niveles de contaminación atmosférica, todavía no resueltos a pesar de la instalación de filtros. Cada barco emite la misma polución que miles de coches y, además, también vierten aguas residuales al mar, pues la ley, incomprensiblemente, aún lo permite.

La comida, la ropa y el transporte son ámbitos donde podemos empezar a ‘cambiar el chip’ desde hoy mismo

La luz de casa, con empresas verdes

Lo ideal es instalar energía fotovoltaica en casa, pues la eficiencia de estas instalaciones es cada vez mayor y su plazo de amortización es cada día más breve. Pero si optamos por el sistema tradicional de suministro, al menos elijamos empresas que emplean fuentes limpias para generar electricidad. Ya hay varias de ellas en España. Pagas lo mismo, pero tu dinero sirve para apoyar procesos sostenibles de generación de energía. Evidentemente, hay que tener cuidado con los electrodomésticos que se compran (vigilando su nivel de consumo) y con el uso que hacemos de ellos en casa.

Reducir, más que reciclar

Desde luego, el reciclaje es imprescindible en el hogar y en la empresa, pero más importante aún es evitar la generación de residuos, porque el mejor residuo es aquél que no llega a producirse. Hay que tener en cuenta que incluso el reciclaje genera gases de efecto invernadero, por la maquinaria que interviene en el proceso. Por tanto, la única opción verdaderamente sostenible es reducir al máximo el número de envases que compramos y la cantidad de desechos artificiales que provocamos. Por ello, hay que vigilar, una vez más, qué compramos y evitar al máximo los envases innecesarios.

No derrochar ropa

Para fabricar unos pantalones vaqueros se necesitan más de 10.000 litros de agua y para una simple camiseta, alrededor de 4.000. Ello es debido a que el algodón consume grandes cantidades de agua y luego vuelve a necesitarse mucho líquido en el proceso de fabricación. Seamos razonables, aprovechemos nuestra ropa al máximo y no la tiremos al cabo de dos daños solo porque las cadenas comerciales nos presionan con campañas publicitarias absurdas. Debemos cortar con esa espiral consumista que destroza los recursos del planeta. Ya hay empresas en España que comercializan prendas elaboradas con materiales sostenibles. Vale la pena buscar en internet, porque encontraremos muchas de ellas en varias ciudades españolas y también a través de la web.

La comida, de proximidad y temporada

Hay uva que llega a España desde América Latina. La huella ecológica que deja ese producto es enorme, porque esa uva ha necesitado un medio de transporte altamente contaminante (un carguero) y su distribución por la Península exige una red de camiones igualmente insostenible. Lo mismo sucede con una gran cantidad de alimentos. La fruta, la verdura, las legumbres e incluso la carne han de ser de proximidad, es decir, originadas en nuestra propia comarca si es posible, y de temporada. Además de ahorrar emisiones a la atmósfera, serán alimentos de mejor calidad. Aparte de ello, es preciso optar, siempre que se pueda, por la agricultura ecológica, pues en ella no se han utilizado pesticidas ni productos tóxicos y, aunque el precio pueda ser algo más caro, su sello oficial acredita que estamos ingiriendo un alimento realmente saludable.

Hacia la cultura de ‘Zero Waste’

¿Es posible vivir generando ‘zero waste’, es decir, basura cero? La sociedad consumista occidental y su sistema de producción actual lo ponen muy difícil, ciertamente, pero se puede vivir generando menos residuos. En internet es posible encontrar tiendas españolas que venden cepillos de dientes hechos con madera, ropa fabricada con residuos plásticas reciclados, jabón natural, limpiadores de oidos ecológicos, pajitas de bambú, esponjas de luffa, cosméticos veganos… La variedad es tan amplia que queda demostrado que el plástico es solo una opción más y, encima, es la peor. La cultura del ‘zero waste’ empieza a penetrar en la sociedad para reemplazar al ‘comprar y tirar’ que aún caracteriza a nuestra país.

Joan Lluís Ferrer

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