Juan Ramón Jiménez, poeta de abisales honduras, pedía a la inteligencia «el nombre exacto de las cosas». Sabía el inmenso poeta que en el nombre está el alma de lo nombrado, que el nombre no solo designa, sino que contiene la cosa en sí. Nada más profundo, más hondo, más revelador, que el nombre exacto de las cosas.

En busca de ese nombre exacto ha ido Antonio Manuel en su Flamenco. Arqueología de lo jondo, buceando en las raíces etimológicas de los nombres del flamenco y empezando por este mismo, por el principal, el que define este universo, para seguir luego, palo a palo, desgranando los orígenes andalusíes, mestizos, rebeldes y perseguidos del flamenco.

Arqueología de lo jondo es un libro sorprendente, apasionante, que aborda sin complejos una perspectiva revolucionaria contra la historia oficial, contra las versiones acartonadas que nos quisieron hacer creer que ‘flamenco’ era oriundo de Flandes, o que la cultura andalusí desapareció de un plumazo, de un día para otro, aquella madrugada en que Boabdil lloró a Granada.

El flamenco, la expresión musical del pueblo andaluz, su ADN cantado, su dolor y su alegría hechos voz, guitarra y baile, encuentra en este libro un por qué, una razón, un registro de nacimiento del que tenía poca noticia, del que siempre se sembraban dudas y se contaban sonoras bobadas sin fundamento que ensombrecían más que aclarar.

Pero pieza a pieza, vocablo a vocablo, Antonio Manuel va despejando tinieblas y trazando el árbol genealógico del flamenco, su arqueología, y demostrando que, más allá incluso de su belleza expresiva, el flamenco guarda un inmenso secreto, el de ser la manifestación rebelde de quienes, despojados de todo, decidieron permanecer y no olvidar, sino adaptar, su cultura, sus creencias, sus propias vidas. De esta forma, el flamenco trasciende su corporeidad musical y se revela como un modo de memoria, de resistencia, de transmisión, una generación tras otra, de la raíz de un pueblo que nunca se entregó del todo.

Y todo ello con una prosa bellísima (y al mismo tiempo cargada de rigor, de conocimiento, de estudio) con la que Antonio Manuel nos habla de los orígenes del flamenco con la devoción que merece ese cimiento cultural, ese rasgo esencialmente andaluz, y por tanto universal, que nos identifica, nos define, nos diferencia. Y nos eleva.