Si alguien sabe de terrorismo islámico es Mohammed Moulessehoul (Kenadsa, Argelia, 1955), antiguo comandante del Ejército de Liberación Nacional de Argelia, que combatió durante años al Frente Islámico de Salvación.

Moulessehoul comenzó a escribir desde temprana edad, pero, a partir del año 1990, dejó de firmar con su verdadero nombre e inició una nueva etapa con el seudónimo que es mundialmente conocido: Yasmina Khadra. En el año 2000 abandonó el ejército y se dedicó por completo a la literatura, centrando sus obsesiones en las cuestiones sociales que ahogan a Argelia: el paro, la corrupción, el islamismo radical, la brecha social y salarial, la ausencia de libertades y de futuro, el terrorismo y la represión; es decir, temas que son el pilar básico de toda novela negra social que se precie.

No sólo ha hurgado en el submundo argelino, también se adentró en los últimos días de Muamar Gadafi en La última noche del Rais y en la Cuba del aperturismo con Dios no vive en La Habana, ambas reseñadas en stas páginas. Ahora, Yasmina Khadra regresa a las librerías con Khalil, que es algo más que una novela, al convertirse en la introspección psicológica del autor en la mente de un terrorista yihadista, respondiendo a las preguntas: ¿qué le induce a inmolarse?; ¿por qué cree no tener otro camino?; ¿qué le ha conducido hasta esa solución?; ¿por qué ha de matar?; ¿por qué ha de morir? Khalil es la historia de tres amigos de origen marroquí, que nacen entre marzo y julio de 1972, van juntos al colegio convirtiendo el patio del recreo en su territorio, crecen en el mismo bloque de la calle Melpomène en el barrio belga de Molenbeek y se parten la cara en el mismo suelo.

Rayan se gradúa como perito informático y se integra en la sociedad, Driss es un buen carpintero pero pierde dos dedos en un accidente laboral y Khalil sobrevive sin importarle el mundo. Los dos últimos se ven sin futuro e ingresan en la Solidaridad Fraterna, una orden de caballería sin parangón, donde se radicalizan y se convierten en soldados del Misericordioso, jurando servir a Dios y castigar a aquellos que los han cosificado, ya que les han adoctrinado en que «morir por la causa suprema es un privilegio que no está al alcance de cualquiera». De esta forma Driss y Khalil han decidido inmolarse en París, junto a otros dos desconocidos, en medio del partido de futbol entre Francia y Alemania, convirtiendo el campo en un duelo planetario y Saint Denis en una coral apocalíptica. Driss y Khalil crecieron juntos y ahora quieren acceder juntos a la baraka del Señor. Camino a la inmolación se motivan escuchando suras del jeque Saad el-Ghamidi y recuerdan que son como las aves de Ababil: «¿Qué hizo nuestro Señor con el ejército de elefantes que se disponía a invadir La Meca? Lanzó contra él las aves de Ababil […] Hoy el ejército de elefantes son esas sedicentes superpotencias que se atreven a atacar al Islam y que vamos a exterminar por voluntad de Dios. Porque ahora somos nosotros las aves de Abadil, volamos más alto que sus drones, golpeamos más lejos que sus misiles, vigilamos más eficazmente que sus satélites». Llegado el momento, los cinturones de los kamikazes explotan, excepto el de Khalil. A partir de ahí, la historia le ofrece un nuevo comienzo, como si nunca hubiese ingresado en la Solidaridad Fraternal. A lo largo de la novela las reflexiones sobre el Corán se suceden: «el Corán dice que quien mata a una persona mata a la humanidad entera». A las que se suman las interpretaciones que el resto de musulmanes hacen de los atentados y de los suicidas, a los que llaman dementes, degenerados, chalados, descerebrados, que han emprendido una guerra contra el mundo no musulmán pero también contra otros musulmanes. Dos cuestiones para terminar. La primera es una frase que el autor introduce en varias de sus novelas como si fuera el leitmotiv de su obra: «el castigo es doble cuando se es culpable de ser víctima». La segunda es que nadie se espera las razones por las que no explota el cinturón de Khalil y que suponen un paso más para comprender a los instigadores de estas masacres .