Hemingway se inició en la literatura con un pequeño libro de tres cuentos, pero su estreno real fue con el libro de relatos In Our Times. En nuestro tiempo. Era 1925 y el joven Hemingway tenía 26 años. No fue un trabajo iniciático. Todo el gran Hemingway estaba ya en esos quince cuentos. Por eso extraña y sorprende que hasta ahora, 93 años después, no haya existido una edición en español de En nuestro tiempo. Lo ha hecho ahora, cerrando una deuda abierta, Lumen que además lo ilustra con un soberbio prólogo de Ricardo Piglia, escrito poco antes de su reciente fallecimiento.

En nuestro tiempo no es un trabajo de primerizo. Contiene ya varios clásicos tempranos de Hemingway, como Campamento indio o El doctor y su esposa o Un vendaval de tres días y los lectores pueden apreciar los sellos distintivos del estilo Hemingway: una prosa concisa y sin aditivos, animada por un ritmo coloquial y gran un ojo por lo realista. Su mérito está en que partiendo de un uso simple y preciso del lenguaje le permite transmitir una amplia gama de emociones complejas.

Su regalo más notable es esa deliciosa economía de diálogo. En Un vendaval de tres días dos niños se sientan sobre un fuego de leña y hablan; la choza, el vendaval exterior, sus convicciones y sus modos habituales de ser se revelan por completo en fragmentos aparentemente irrelevantes, sin aparente rumbo de conversación; sin embargo, refleja una amistad de meses y años, llena de experiencias e impresiones comunes.

Su lenguaje es coloquial y fresco, duro y limpio; su prosa parece tener un ser orgánico propio. Cada sílaba cuenta para una experiencia de magia estimulante y fascinante. Mira el mundo sin prejuicios ni preconceptos y graba con precisión y economía, y con una inmediatez casi aterradora, exactamente lo que ve. Ricardo Piglia dice en el prólogo que Hemingway, como Beckett, «no describían lo que veían, sino que se describían a sí mismos en el acto de ver».

Ha habido ciertas críticas negativas desde el lado del feminismo a esa preponderancia de la masculinidad que Hemingway plantea de manera notoria en estos relatos que están explícitamente relacionados con hombres, actividades, profesiones y áreas tradicionalmente masculinas de la experiencia humana como la guerra, la caza o los toros. Es una crítica extemporánea y de corto alcance. Primero porque yerra al mirar con ojos de hoy una realidad de hace casi cien años y especialmente por su ridícula estrechez en cuestionar la libertad artística de un tipo como Hemingway.